La cantidad no mejora el fútbol

La voracidad de la FIFA no conoce límites. Lo mismo da para organizar un mundial en Qatar a fuerza de entrometerse durante 30 días en las competiciones domésticas de otros países, sin contar la continentales, que ampliar el número de selecciones participantes aunque provengan de territorios donde bastante tienen para alimentar a sus habitantes. El apetito es insaciable, pues ya amenazan con elevar a 48 la próxima cita, toca en Estados Unidos, Canadá y México dentro de cuatro años. Si no quieres caldo, toma taza y media.

Sin nada que oponer a la irrupción de lo que llamamos selecciones emergentes de escasa raigambre futbolística y al margen de que jueguen mejor o peor, la ausencia de otras, digamos clásicas, resta brillantez al espectáculo. Aquellas que luzcan estrella en sus camisetas deberían tener el pase por derecho y otras por antigüedad, en lugar de inventar «Liga de Naciones», «Mundialitos» y chorradas varias que no conducen a ninguna parte e interesan aun menos.

No negaremos derecho alguno a las escuadras de Senegal, Ecuador, Qatar, Irán, Arabia, Costa Rica, Corea del Sur o Ghana, pero echamos de menos, yo por descontado, las aportaciones de Italia, ¿qué hace fuera de un mundial?, así como Chequia, aquella Hungría de los Puskas, Kocsis o Czibor, Suecia de Ibraimovich, la Noruega de Haaland, Rusia con Yashin y más moderna, con Mostovoi o Karpin, entre otros y para no quedarnos en Europa en la Austria de Krankl, pues también Colombia o Chile. La lista de veteranos se equilibra con la de los noveles.

Desconozco la fórmula capaz de garantizar algo semejante, pero seguro que a tíos a quienes se les ocurre que el juez de línea no levante el banderín hasta que hayan apagado las luces del estadio o atar a los porteros a un poste para que las super estrellas no fallen penaltis (alguna lo tiraría fuera), darían con la equis de la ecuación. De momento el seleccionador de Marruecos ya sugiere, en tono burlón, que sumen un punto a los equipos que superan el 60 por ciento de posesión. ¡Quique Setién y Luis Enrique al poder.!