La la gol

Hay canciones y cantadas, dos de estás últimas, sobre todo la segunda, le ha costado al Mallorca su cuarta derrota en Son Moix, esta vez a manos de un Espanyol necesitado que no jugó mejor, pero leyó con mayor claridad  la fase final de un partido muy trabado, con escasos destellos de calidad y numerosas interrupciones. Dos «uno contra uno» que Diego López le ganó a Amath, autor del tanto local, con cero a cero impidieron que los locales adquirieran ventaja. Luego les tocó remar contra corriente para claudicar ante sendos remates de Puado y Dimata uno en cada tiempo.

ALINEACIONES:

R.Mallorca.- Reina (1), Gámez (1), Valjent (0), Raillo (1), Oliván (1), Galarreta (1), Salva Sevilla (1), A.Sánchez (1), Dani Rodríguez (2), Amath (2) y Abdón (1).

Minuto 70, Alvaro Giménez (1) por Abdón. Minuto 75, Mollejo (1) por Gámez y Febas (1) por Galarreta. Minuto 80, Murilo (-) por Salva Sevilla.

RCD Espanyol.- Diego López (2), Miguelón (1), David López (1), Cabrera (2), Pedrosa (1), Keidi Bare (1), Sergi Darder (0), Embarba (2), Puado (1), Nico (0) y R. de Tomás (1).

Minuto 62, Fran Mérida (1) por Keidi Bare y Dimata (2) por Nico. Minuto 76, Pol (-) por R. de Tomás y Oscar Gil (-) por Miguelón. Minuto 85, Melendo (-) por Sergi Darder.

ARBITRO:

Arcediano Monescillo (1) de Castilla-La Mancha. Diplomático, actuó más para complacer a ambas partes que con la firmeza que requería el lance. Perdonó la tarjeta amarilla a Raillo por reiteración en la primera parte. Luego las mostraría a Galarreta y Oliván por parte del Mallorca. Muy pendiente del VAR en acciones que no lo requerían y sin consultar otras más dudosas.

GOLES:

Minuto 32, falta de Galarreta en un lateral del área, la bota Embarba con temple y Puado se anticipa de cabeza a Gámez. 0-1

Minuto 51, centro de Gámez que rebota de un defensor hacia Antonio Sánchez quien cede de primeras a Amath en el centro del área y este bate por alto a Diego López. 1-1

Minuto 72, R. de Tomás centra desde la derecha, el balón pasa entre las piernas de Valjent, Galarreta también se lo traga y Dimata marca a placer desde muy cerca. 1-2

GOLAVERAGE AL LIMBO

Raillo concede demasiadas faltas al rival, muchas de ellas innecesarias. Vicente Moreno, que discutió con él, lo sabía y le condicionó ante la complacencia del colegiado. Los blanquiazules aprovecharon una de ellas, no la primera ni la segunda, para atacar por su lado mientras el central estaba en la banda tras ser atendido por uno de sus choques con el enemigo. Galarreta tuvo que zancadillear a Embarba, lo que le valió una tarjeta, y de ella nació el primer gol visitante. El partido se había puesto cuesto arriba sin que nadie se acordara de cómo ensayaba Dani Pendín las acciones a balón parado y el mejor juego del Mallorca se fue al mismo lugar al que iría al final su golaverage: al limbo.

Fue la primera ocasión del Espanyol. Casi la única si exceptuamos un tiro de Miguelón a las manos de Reina inmediatamente después del descanso, cuando contra su costumbre, el cuadro del técnico valenciano ofrecía réplica en lugar de repliegue. Pero no nos engañemos, puede que los de Cornellá sean pragmáticos, pero pocas veces rápidos y muchas menos brillantes. Pronto cedieron al corazón de los pupilos de Luis García Plaza que, aunque sin crear nuevas oportunidades, quizás un tiro de Abdón dirección a la bahía, poseían el balón, lo movían de lado a lado y remaban sin cesar pero, eso si, sin timonel.

Aprovecharon poco el pasillo que deja Amath en sus constantes diagonales hacia el interior, sobre todo si tenemos en cuenta que el equipo invitado presenta carencias por fuera. Y si, otra vez Ndiaye anotó un merecido empate que abría incluso esperanzas de triunfo. Un espejismo a raiz del musical interpretado a dúo por Valjent y Galarreta que aprovechó Dimata no solo para marcar, sino para sembrar el caos y la confusión con la inestimable colaboración del técnico anfitrión.

El 1-2, con tiempo para equilibrar, desquició al banquillo y a los futbolistas. No se entendió que Dani Rodriguez tuviera que retrasar su posición con la entrada del inocuo Febas, ni que Mollejo obligara a Antonio Sánchez a bajar a la defensa, ni siquiera la entrada de Alvaro Giménez, más tiempo fuera del área que en ella y ya no hablemos de Murilo, sin inspiración, ni partidos. No es que cada uno hiciera la guerra por su cuenta, sino que corrían todos como pollos sin cabeza entre las líneas precisas trazadas por Moreno que pasó del 4-4-2 inicial a un 4-1-4-1, para no defender más atrás de lo estrictamente necesario.

Y tras el almuerzo llegó el postre y el café. Una taza con sabor amargo, sin azúcar ni siquiera «moreno». Valga para los amantes de titulares presuntamente ingeniosos.