Lecciones de humildad

No puedo escribir sobre la debacle del Barcelona porque la distancia me lo impide. Me formo una opinión en base a lo que me cuenta Emilio Pérez de Rozas o leo de Ramón Besa. Pero no sigo de cerca el día a día de lo que se cuece en La Massía, ni entiendo nada de la utilización del club como instrumento político. Como simple telespectador solo puedo añadir que Quique Setién nunca ma pareció un entrenador capaz de gestionar una plantilla tan complicada y circunscrita a la sombra, no sé si al dictado, de Messi.

Aparte de las caídas del Real Madrid y el Atlético de Madrid, sin soslayar la de la Juventus de Agnelli y Cristiano, el otro terremoto lleva el nombre de Pep Guardiola, un entrenador sobrevalorado, tal vez si o quizás no, a partir de sus títulos y temporadas en el Nou Camp, pero que lleva siete años sin complacer los sueños europeos del Bayern de Munich primero y el Manchester City después pese a los millones invertidos en los vestuarios que ha dirigido. Hay técnicos que le admiran y hasta se han leido su libro de un tirón. Sin embargo les dejo aquí la reflexión que uno de ellos, muy bueno por cierto y profundo conocedor del personaje, quiso compartir: «¿Guardiola?», me dijo, «con Messi que te arregla los partidos cuando peor lo estás pasando, entrena cualquiera». Sin duda una afirmación que sería o será ampliamente contestada, pero que también tendría o tendrá sus defensores.

La irregular Champions de este año nos deja algunas lecciones. La primera de ellas que la humildad es una gran virtud de la que el fútbol y los futbolistas no están exentos; la segunda, que jugar sin público en las gradas tiene su influencia y la tercera que en Europa la protección arbitral a los grandes no es la misma que en España. Ya me lo dijo Paco Bonet: «en el Madrid no me pitaban las faltas que con el Mallorca me señalaban en contra».