Mi no entender

Que yo no lo comprenda carece de importancia, pero el caso es que no cabe en la cabeza de muchas de las personas con las que me cruzo mascarilla en ristre y a la recomendable distancia social. Algo que, por desgracia y con las cifras que se nos comunican, no practica todo el mundo en todas partes.

Veo imágenes de los distintos partidos de Copa del Rey y los recintos donde se disputaron y, aunque respeto la necesidad de celebrar determinados acontecimientos necesito que alguien me explique por qué no puede haber uno o dos espectadores presenciando un partido de pádel, ni aunque juegue un familiar, ya no digamos un amigo, pero se pueden juntar doscientos en las gradas de un campo de fútbol apretujados en algunos sectores o, como mucho, dejando un asiento vacío entre dos que, ¡por favor!, no establece ni un metro entre uno y otro. O veinte o treinta de pie en un fondo vociferando a pleno pulmón no se qué consignas.

Se recomienda a la ciudadanía que rehúya incluso las cenas entre unidades familiares y luego te enteras de que una abuela de Valldemossa, tan lejos tan cerca, afectada de Covid llevaba a su nieto/a, también infectado, a la escoleta. O el que, recién diagnosticado en Palma, se fue al supermercado a hacer la compra antes de someterse a la cuarentena. Vale, dedíquese a lo suyo que es hablar de deportes y no de los chismes que le han contado. De acuerdo, me callo. Pero así no se combate la pandemia, solo se justifica a los negacionistas. De nada.