Ni público, ni espectadores

Creo que los clubs de fútbol han cometido un grave error al echarse en manos de la televisión para sacar adelante sus balances. Tal vez una solución para pagar hoy los numerosos gastos que ellos mismos se han creado al aceptar gravosos contratos que solo benefician a sus futbolistas, pero un problema mayor para mañana cuando los operadores, productoras o plataformas echen cuentas.

Ya lo hizo Vodafone, que se retiró de la última subasta porque su alto precio no guardaba proporción con su rédito en audiencia. Movistar ya ha reconocido que transmitir los partidos de segunda división no es rentable y, aunque eso no lo ha dicho, algunos de Primera tampoco. Pero pese a la probable competencia de canales de pago como Netflix, HBO, Rakuten (patrocinadora del Barça) o cualquier otra, la LFP lo tendrá muy difícil para mantener dentro y fuera de España las cantidades que exige. Y en cuanto esto se acabe o llegue el tío «paco» con la rebaja ¿qué harán con los millones que pagan al primer «tuercebotas» que aterriza de la mano de un intermediario listo?.

Si, la NBC o la CBS alternativamente, venden al mundo la final de la Superbowl. Y también, si, hay partidos todos los días de la semana aunque, eso si, con cuatro tiempos para que en cada descanso se puedan insertar los anuncios que estimen oportunos. Sin olvidar el coste de los espectáculos incluidos, especialmente cuando se decide el campeón de campeones por el que pagan millones de dólares a estrellas de fama interplanetaria por un show de un cuarto de hora en el intermedio. En fin, puede que una canción de David Bustamante en la Copa del Rey no valga tanto.

¿Caminamos pues hacia un fútbol sin público, con partidos divididos en cuatro tiempos de 25 minutos y en horarios aptos para las emisoras asiáticas, africanas o siberianas si hace falta?. Los clubs españoles hace años que desprecian la venta de abonos y taquillajes en favor de paquetes televisados. Pero esto toca a su fin. Y si, tampoco tenía que llegar la pandemia del COVID 19 y no solo está aquí sino que vino para quedarse. «Master chef» es más barato que un partido el lunes por la noche y la curva descendente ya está marcada: primero bajará la venta de los derechos audiovisuales, después el presupuesto de los clubs y, en cadena, los emolumentos de los jugadores, primas incluidas, por mucha liga europea con la que sueñe Florentino y Roures ya haya hecho su negocio. Se acabaron las vacas gordas.