Peñas, un mundo aparte

El Mallorca tuvo un presidente a quien las peñas y sus movimientos o festejos le traían absolutamente sin cuidado. También hubo algún jefe de las más importantes que pedía (exigía) 400 invitaciones por partido. Los pecados se dicen, pero no los pecadores.

Hay clubs donde los peñistas realmente participan e incluso influyen en las decisiones ejecutivas. Los del Levante impidieron que Robert Sarver y sus socios adquirieran las acciones del club valenciano antes de negociar con Utz Claassen como cuarto plato de mesa, casi el postre, después de sus fallidos intentos con el Glasgow Rangers y el Getafe, de cuya negociación surgió el lamentable fichaje de Maheta Molango. También son muy influyentes los del Betis y ahora mismo las peñas del Leganés se oponen firmemente al regreso de un futbolista, Nyom por las causas que fueren.

En ninguno de estos casos están las del Mallorca, que lucen su sumisión por bandera. No se quejaron ni con la fugaz y malograda aparición de Martí Asensio, uno de los episodios más infelices por los que ha atravesado la otrora atribulada SAD. Pero son ellos quienes deberían preservar el sentimiento inane en los fondos de inversión, sean cuales sean, que solo buscan negocio y especulación.

Sin embargo, esa especie de apatía no representa ninguna novedad. De hecho no pasó nada ni cuando la entidad pasó por la vergüenza de ver subastados los derechos federativos de su plantilla o sus integrantes encerrarse en el vestuario del Lluis Sitjar por no cobrar sus honorarios o hacerlo mediante cheques sin fondos. Aquella casa siempre ha funcionado como una sierra, con puntas brillantes y valles profundos y muy negros. Eso si, con los peñistas siempre en un mundo aparte.