¡Qué tiempos aquellos!

Sergio Vallecillo, director de fútbol base del club fue el pasado mes de septiembre la penúltima víctima de la errática política de cantera que tiene como escenario la ciudad deportiva de Son Bibiloni. Julián Robles, entrenador del Mallorca B, también ha querido irse, pero no le han dejado salvo que abone la cláusula de rescisión de su contrato en ¡tercera división!.

Las instalaciones de la carretera de Sóller reflejan la imagen de la falta de proyecto que desde su llegada alumbran los socios de Robert Sarver y Andy Kohlberg. Una cafetería fue la faraónica obra pergeñada por Maheta Molango y una residencia para jóvenes futbolistas el sueño imposible de un negocio, el Real Mallorca SAD, dedicado al primer equipo y al mercadeo de jugadores profesionales.

El filial ni siquiera lidera la clasificación de su grupo, por debajo del Platges de Calviá y con el Formentera pisándole los talones. Pero más grave es aun la situación del Juvenil A de División de Honor, penúltimo de la tabla a falta de tres partidos para el final de la primera fase y con números de tener que luchar por evitar el descenso a la Liga Nacional Juvenil en compañía del San Francisco, apadrinado por el propio club decano. El desinterés abarca incluso la página web del club en la que los apartados correspondientes al fútbol base permanecen en un blanco impoluto.

Lejos quedan los tiempos en que los chavales disputaban la final de la Copa del Rey, en Ponferrada, un día después de que el primer equipo había conquistado el mismo título en Elche. En aquel grupo de adolescentes jugaron Miguel Angel Moyá bajo los palos, Ramis de defensa central, Xisco en el doble pivote y Víctor Casadesús en punta. Solamente por citar algunos nombres. Ahora ya Riera, Marco Asensio o Brandon Thomas son nonmbres que se pierden en el recuerdo de lo que fue aquella idea que dirigieron ilustres como Marcos Martín de la Fuente o Toni Prats. ¡Qué tiempos aquellos y qué odiosas comparaciones!.