Suárez, contigo empezó todo

Soy el menor de doce hermanos y aunque no soy supersticioso, me alegro de no haber caído en el número trece. Casi cada uno de los mayores simpatizaba con algún equipo de fútbol de los dieciséis que militaban en primera división. No era fácil elegir porque los buenos estaban cogidos. Lo hice apenas tuve uso de razón y opté por el Athletic de Bilbao por aquello de competir solo con futbolistas de su región. Eran los tiempos de Lezama o Carmelo, Orúe, Garay, Canito, Mauri, Maguregui, Arteche, Marcaida, Arieta, Uribe y Gaínza.

No recuerdo a qué edad empecé a adquirir conciencia de los nombres de los jugadores. Yo solo tenía cinco años cuando el Barça fichó a Luis Suárez, pero supe de él porque los domingos por la tarde me entretenía sentándome en una butaca colocada cerca de un mueble radio, alimentada con lámparas, donde colocaba una tabla sobre la que cuadriculaba los partidos de la jornada e iba anotando las variaciones de sus marcadores que a través del Carrusel Deportivo narraban las inolvidables voces de Juan Tribuna (Sevilla), Manuel Domínguez (Valencia), Pepe Bermejo (Madrid), Antonio de Rojo (San Mamés) Paco Ortiz (Zaragoza) coordinados por Vicente Marco y Juan de Toro en la publicidad y concursos.

Fue bastante más tarde, que tuve la oportunidad de verle jugar a través de la televisión en blanco y negro y para hacerlo tenía que desplazarme a la cafetería Río, en la calle Archiduque Luis Salvador, porque en casa no entró una sola tele hasta que falleció mi padre, en 1961. Así que le vi ganar dos Copas de Europa, ya con la camiseta del Inter de Milán. Para entonces  me hallab en plena pubertad.

Les cuento todo esto, que seguramente no les interese demasiado y les pido perdón por ello, porque estos días he leído mucho obituario tirando de hemeroteca para loar a aquel «10» a base de lo que muchos de los firmantes no vieron jamás. Yo ví muy poco, casi nada. Ahí lo tienen, en mis recuerdos infantiles de mi historia personal, la que no trasciende ni enseña, pero de la que yo aprendí y quién sabe si tuvo algo que ver en mi afición por el fútbol.