Un poco de por favor

No soy racista, ni machista, ni homófobo, más bien todo lo contrario aunque, eso si, apartado del uso político de tales términos y del «postureo» que los acompaña. Sencillamente me siento igual que los hombres o mujeres de cualquier raza, género, inclinación, ideología y religión.

He esperado unos días antes de que la palabra de Diakhaby, el jugador del Valencia, se anteponga a la de su presunto insultante, Cala, el del Cádiz, por llamarle presuntamente «negro de mierda». No lo ha podido atestiguar nadie más, ni siquiera el árbitro del encuentro en el todavía llamado «Ramón de Carranza»,  y  Javier Tebas, se supone que en nombre de los investigadores de la Liga de Fútbol Profesional, ha sentenciado en los medios que dispone de dos versiones que niegan los hechos.

Un juez mallorquín y residente ya jubilado, cuentan que en el transcurso de una tertulia entre amigos afirmó que lo más difícil en su puesto era llegar a discernir si es más reo el acusador o el acusado, el presunto delincuente o la víctima. No cabe el drástico sentido de la justicia salomónica.

En mi larga carrera de periodista deportivo he conocido toda clase de improperios. A un árbitro de categoría básica escuché a un encolerizado hincha local llamarle «valenciá». Seguro que de haber algún valenciano cerca, se habría reído más que ofendido. Cuentan que Vicente Engonga le recordó a Samuel Etoo, al aterrizar en el vestuario mallorquinista, que «aquí el negro soy yo» y que Luis Aragonés le espetó al mismo futbolista camerunés que «usted no es negro, es azul».

Particularmente creo en el refrán que nos enseña que «no ofende quien quiere, sino quien puede», pero además en estos largos años aprendí la verdad que encierra aquello de que «lo que pasa en el campo, se queda en el campo» o el vestuario, que para el caso es lo mismo. En el transcurso de cualquier partido se dice y oye de todo y si, sin recurrir a otros ejemplos, todo árbitro de cuya madre se han acordado hubiera optado por dejar el pito y marcharse a la ducha, no se completaría ninguna jornada.

En cierta ocasión el abogado Tomeu Vidal, también amigo, me comentó que las mayores dificultades en el desempeño de su labor era tener que enfrentarse a lo que llamó «delitos de moda» que, lamentablemente, se han puesto de idem, o sea de moda, que no es lo mismo que de actualidad. Hay verdaderos expertos en sacar las cosas de quicio y de contexto y casi siempre sin la menor buena intención. Tenga razón el ofensor o el injurioso o el injuriado.