Fichar a la inversa
De no haber convocado una rueda de prensa innecesaria hubieran evitado discursos poco convincentes, incoherentes y hasta contradictorios. Algunos medios de comunicación no han tragado y la mayor parte del mallorquinismo que les sirve de coartada pero en el fondo menosprecian, tampoco.
Cuando el director finaciero, Alfonso Díaz, que procede de una multinacional de electrodomésticos asegura que «Todo lo que ingresamos lo invertimos en el crecimiento del Mallorca», no se refiere a la inversión en jugadores que, según su aplicación contable de los fichajes son un gasto, afirmación corroborada por Pablo Ortells: «para fichar futbolistas, necesitamos que alguien nos compre jugadores».
Me pregunto a quién esperan vender, sobre todo después de recolocar el traspaso de Kang in Lee en los contratos de Sergi Darder y Larin, cuyo coste se distribuye en tantos ejercicios como los de la duración de los mismos aquí y en San Petersburgo, o la venta de Rajkovic y Gio por un total de 12 «kilos» que no han revertido en un solo fichaje, ni de verano, ni en invierno.
No es que le falte razón al planteamiento del director de fútbol si fuera verdad lo que dice. Los hechos demuestran lo contrario y al aludir a los títulos obtenidos la pasada temporada por el Juvenil División de Honor, esconde cuántos de aquellos chavales abandonaron el club porque no se alcanzaron acuerdos o, sencillamente, decidieron no jugar en tercera división, la llame como la llame la Federación o, a la vista de la presente campaña del filial, en Regional.
La realidad apunta a la inversa. Primero hay que comprar bien para vender mejor. Un fichaje no es, como pretende el CEO, un gasto, sino una inversión al plazo que cada uno planifique. Pero, por supuesto, no hay inversión que justifique el fichaje de Van der Heyden, por ejemplo. Tal vez la operación del Oporto con Nico, del Barça, ilustre lo que se pretende demostrar: los portugueses lo firmaron por ocho millones y medio para venderlo por 60. Imposible si te limitas a buscar futbolistas cedidos, a coste cero o renovar a otros bien pasada la treintena.
Así no hay crecimiento que valga, ni rentabilidad en unos palcos vip a los que no sirves el catering que han pagado, un restaurante sin licencia para fiestas o una «ribbon board» (cinta luminosa) para marcas publicitarias, sean japonesas o LG.