A dedo y a dado
Los árbitros de fútbol, en cuanto jueces, exigen, necesitan y deben obtener protección. La diferencia es que mientras los segundos, los de la Judicatura son controlados por tribunales de mayor orden y escalafón, como los policías por el departamento de asuntos internos, los primeros ejercen un poder absoluto, se juzgan a si mismos y no hay comité ni reglamento capacitado para cuestionar sus decisiones. Si, Competición retirará una tarjeta amarilla o rebajará la sanción de una roja, pero, cual se acaba de demostrar en el escándalo del Serverense-Murense de juveniles y aquí en Baleares, no hay quien remueva su prevaricación. Cierto, no afecta más que a partidos de fútbol, solo que, si miramos a categorías profesionales, sentencian sobre cuestiones que inciden en cientos y miles de millones de euros.
Los jueces de lo penal o civil tocan por sorteo o turno, pero los árbitros son designados; otra gran diferencia. Por ejemplo, entre los veinte colegiados de primera división, hay equipos a los que el mismo trencilla les ha pitado tres veces en 17 jornadas. En el caso del Mallorca dos de ellos: Figueroa Vázquez, casualmente frente a los tres equipos de Euskadi y el asturiano González Fuertes. Eso supone que en el treinta por ciento del calendario ya disputado, a los de Javier Aguirre le han pitado los mismos y que, descontados los baleares Cuadra Fernández, es un decir, y Busquets Ferrer, hay siete de sus colegas que, a punto de culminar la primera vuelta, todavía no han dirigido al Mallorca nin una sola vez. Y no es la única víctima del Comité de Designaciones.
O el susodicho trío que decreta quién va a cada partido usa un dado o algún funcionario tira del cubilete en ausencia de los titulares. La solución es tan sencilla como incrementar el número de árbitros en la categoría ante la evidencia de que los que hay no bastan, entre otras cosas porque, además, concilian su actividad con la del VAR que, aunque no lo crean, aquí de lo que se trata es de que no se escape un euro, cuántos más haya más a repartir y eso no conviene. Con las cosas de comer no se juega haya o no haya partidos y árbitros.