A los que mandan
No me dediqué al periodismo para hacer amigos, aunque los tengo. Sabía que en mi búsqueda de la verdad, la mía por supuesto y tan respetable como la que más, encontraría enemigos, que también los hay. Un periodista sin ellos es como un jardín sin flores.
Durante toda mi carrera, más de medio siglo, me han querido clasificar en alguna corriente política e incluso en un partido u otro, como si solo hubiera dos. ¡Ojalá!. Siento defraudar a los adivinos, pero nunca he militado en formación alguna y mis ideas no creo que encajen en un solo rincón del arco iris en curso, desde la ultra derecha a la ultra izquierda. Mi partido soy yo, seguro que ya lo ha dicho alguien además del rey Luis XIV de Francia cuando afirmó «El Estado soy yo». No llego a tanto.
Desde mi más absoluta independencia no me parece, digamos, normal que las autoridades deben personarse como tales en actos privados de empresas privadas para inaugurar bares, restaurantes o cualquier otro comercio, se viera regido o no por una sociedad deportiva o, dado el caso, un club de fútbol.
Creo que nadie lo sabe todo de todo y, por lo tanto, siempre he considerado necesaria la ayuda de consejeros específicos en áreas de responsabilidad pública y muy importante su capacidad profesional e intelectual. No es menos cierto que la deificación del dinero en perjuicio del humanismo limita cada vez más el terreno de la razón y eso sí que debería ocupar y preocupar a los que mandan.