A repetir curso

Que la afición más forofa y menos realista celebre cual corresponde la permanencia del Mallorca, particularmente soy más de festejar bautizos que de evitar funerales, entra dentro de lo normal e incluso lógico. No conviene que de ello se contagie la planta noble, ni desde Sarver a Javier Aguirre, pasando por Kohlberg y el resto de ejecutivos ya sean administrativos o del área de fútbol, vayan sacando pecho.

Que nadie olvide que para alcanzar el objetivo ha tenido que producirse una verdadera conjunción de estrellas, única explicación posible a la milagrosa coincidencia de que, en la penúltima jornada de liga, Negredo, el más veterano de los jugadores del Cádiz entregue el lanzamiento de un penalti a uno de los porteros más jóvenes de la categoría, Lunin y el mismo día y casi a la misma hora, Abdón, marque un gol en el minuto 92 que suma dos puntos al casillero de su equipo incapaz de lograr más que el que tenía en aquel momento ante un Rayo desmotivado. Ya lo que faltaba era que, otro veterano, Jorge Molina, no acertara ni entre los tres palos al disfrutar de una pena máxima que debió haber tirado Luis Milla de no haberse lesionado, que, eso si, hubiera sentenciado a los de la Tacita de Plata.

El descenso nazarí ha sido un justo castigo a su nefasta gestión, pero nadie en su sano juicio futbolístico puede creer que la del Mallorca y la del Cádiz han sido mejores. Por eso pasó ya el tiempo de la celebración para dar paso al de la reflexión, confesión, penitencia y, por supuesto, los protocolarios actos de contrición y propósito de enmienda. De lo contrario la lección no habrá servido para nada. Y ya sabemos que quien no la aprende y no se la sabe ha de repetir curso.