Club de Segunda, equipo de Segunda

En efecto señor Aguirre, no es que en la segunda parte del partido ante el Granada sus pupilos se olvidaran de jugar, la pregunta es si alguna vez aprendieron a hacerlo. El Mallorca no ha jugado a nada desde que empezó la liga. Luis García Plaza lo mató y usted está a punto de enterrarlo. Todo se debe a un nivel de exigencia mínimo y piramidal. La propiedad no es exigente con sus ejecutivos, estos con los mandos intermedios, la dirección de fútbol con los técnicos ni ellos estos a su vez con la plantilla.

Se han magnificado victorias casuales como producto de circunstancias ajenas, como los «penaltitos» con los que fue castigado el Cádiz en Son Moix y casi todas las derrotas se han justificado en base a «buenas sensaciones» solamente compartidas por los responsables de los malos resultados. La defensa ha sido un chiste durante todo el campeonato y el máximo goleador del equipo creo que no lleva anotados más de cuatro goles y no es ninguno de los cinco delanteros centro en nómina.

Mientras tanto, Javier Aguirre o su predecesor aparecían sonrientes en cada rueda de prensa parapetados bajo la sumisión de unos medios sin espíritu crítico, algunos redactores más forofos que los clásicos fanáticos de café,  y una afición rendida a los pies de estos propietarios especuladores más pendientes de construir una cubierta en el estadio que de invertir dinero en el producto: los jugadores.

Ahora el equipo ya no depende de si mismo. Desperdició todas sus vidas, en el Nou Camp había una de ellas, y ventajas. Puede que con los seis puntos en disputa con el Rayo Vallecano y en Pamplona evitara el descenso, pero esa posibilidad, no sé si utópica o distópica, ya depende de terceros. Como siempre que al final haya tres peores. ¡Patético!.