Confinamiento obligado

Ayer hablábamos de un episodio de enfermedad colectiva, aunque breve y transitoria, vivida por los jugadores del Mallorca en febrero del año 1988, pero también tuvieron que permanecer confinados en su propio vestuario en noviembre de 1977, un encierro voluntario pero forzado por las penosas circunstancias que atravesaba el club, sin dinero para pagar a los futbolistas que las pasaban canutas para mantener a sus propias familias y más de una vez necesitaron ayuda económica para poder subsistir decorosamente.

Por mucho que los financieros americanos, con Robert «Salver» a la cabeza presuman de haber salvado a la SAD de su desaparición, el único peligro real de disolución fue en aquella época y Miquel Contestí, espoleado y ayudado por el abogado José María Lafuente López, quien evitó aquella defunción en el mes de junio de 1978, lo que dio paso al período de mayor continuidad de un presidente en la historia del equipo nacido como Alfonso XIII allá por 1916.

Pero volvamos a recordar cómo se desencadenaron aquellos tristes acontecimientos originados a partir del descenso a tercera división en 1975 y la incapacidad de los dirigentes de la época para hacer frente a la grave situación de tesorería. En categorías inferiores se hacía imposible afrontar las deudas de los altos contratos que seguían en vigor y que, lejos de sufragarse, iban en aumento incluso en la recién nacida Segunda B a la que se ascendió como terceros de grupo junto al Atlético Baleares, sexto,  a la par que Poblense, décimo tercero y Constancia, décimo quinto, se quedaban fuera.

En lugar de amainar, la tormenta se desató cruelmente y se inició un largo y permanente desfile de los jugadores ante Magistratura de Trabajo y la propia Federación con cheques sin fondos y falsas promesas de pago que, como decíamos, obligó a la plantilla a encerrarse en el vestuario del viejo LLuis Sitjar, donde permanecieron el 17 y el 18 de noviembre a la espera de unos pagos que tampoco se hicieron efectivos y convocaron un nuevo confinamiento desde el 24 al 26 en que acordaron viajar a Onteniente para jugar partido de liga en El Clariano.

Hubo que pasar la vergüenza de ver como los derechos de traspaso de los jugadores fueron objeto de pública subasta en un juzgado de Palma para la que no hubo postores en ninguna de sus dos convocatorias. Una pesadilla de la que renació el mallorquinismo tal como se recuerda en el segundo párrafo. Y de aquello podrían hablar aun algunos de quienes lo sufrieron: Sahuqillo, Gallardo, Pep Bonet, Bartolí, Matamoros. Otros, como Nebot y Heredia, fallecieron ya hace unos pocos años.