Conspiración de silencio

Lo que más molesta de eso que llaman lo políticamente correcto es quién decide si lo que uno hace o dice es efectivamente aceptable o no. Es un debate que mantengo frecuentemente cuando en alguna tertulia o reunión de amigos alguien opina que en democracia se debería limitar la capacidad y derecho de voto a partir de una determinada formación básica. El problema es quién es el guapo que marca el nivel del listón.

De ahí que yo siempre he sido más partidario de «un individuo, un voto», eso que repele a la Real Federación Española de Fútbol, donde su sistema arcaico y asambleario permite la elección de personajes como Rubiales, Rocha o el recientemente electo Rafael Louzán. Un presidente que tiene la obligación de ser el más imparcial de todos, no solamente se declaró seguidor del Real Madrid y admirador del Barça en sus primeras manifestaciones,sino que acaba de dorar la píldora a los acosadores de las mujeres presentes en la expedición del Mallorca a Jeddah, fueran o no parejas de algunos jugadores, sin la menor alusión al abuso sino, al contrario, agradecimiento sumiso a quienes ponen la pasta.

No entiendo la postura del Mallorca en este asunto, sin ejercer una sola acción contundente en defensa de la dignidad de estas personas. Menos aún comprendo su silencio ante la caza a Maffeo desatada desde la caverna mediática de la capital de España y otros medios no menos cavernarios pero, sobre todo, obedientes. Como si Pepe hubiera jugado en el Alcorcón o Vinicius sea un ejemplo de deportividad y educación.

Federación, club y árbitros, ¡ojo!, son cómplices de lo que sucede dentro y fuera de los estadios. Que el CTA todavía no se haya plantado ante la persecución flagrante practicada desde Real Madrid TV, desgraciadamente no la única, y que el CSD haya transigido en el tema Olmo igual que ya hicieron en el caso Negreira, revela el grave síntoma de que, además de a las personas, se ha perdido el respeto a la ley y los reglamentos. No casualmente por parte de aquellos que no solamente los imponen, sino que, incluso, los redactan. Eso debe tener un nombre que ignoro cuál es, pero excede la prevaricación y premia la cobardía.