Contra viento y marea

El fútbol resiste contra viento y marea, no hay DANA ni huracán que pueda con él, al menos hasta la fecha. Los partidos cada vez son peores, la ausencia de espectáculo ya se ha cobrado un combate entre el entrenador del Betis, Pellegrini, y el del Getafe, Bordalás. El Manchester City, con todos sus millones, ha sido incapaz de vencer y meter un solo gol al Inter de Milán y otros grandes, sin salir de España, no hacen sino recibir críticas, por su pobre juego el Real Madrid y por sus resultados, el Barça. Ellos, que constituyen la guarda pretoriana del «cacao maravillao» o el «tiki-taka». ¡Quién nos lo iba a decir!.

Esta es la punta del bloque de hielo que hundió al Titanic, pero lo que queda bajo el agua es aún peor. Rendidos al monopolio de la televisión, los clubs, sin excluir a las federaciones a las que no les importan o la asociaciones patronales vigilantes de su maltrecha economía, se han sometido a la dictadura de las operadoras en perjuicio de los aficionados, a quienes envían directamente al sofá en lugar de las gradas que tanto cuesta mantener y acomodar.

Todas las partes implicadas son responsables de los precios que imperan en los estadios y las cuotas televisivas que se imponen, en paralelo al sacrificio de la radio cuyos carruseles se han reducido a una deficiente y troceada narración de uno o dos partidos al unísono que inducen al aburrimiento hasta de los oyentes de autoradio en horas de viaje o de servicio.

Pero, si. Los campos no se llenan, pero se poblan. Quizás porque la bola no deja de crecer y aunque las audiencias menguan, el circo se mantiene en pie. Los futbolistas cobran más que nunca, los directivos se forran, sobre todo los institucionales, y el calendario no se para ya en ninguna de las cuatro estaciones del año. Y aunque el negocio se aparte de su verdadera esencia y renuncie al producto que lo encumbró, los gladiadores en el escenario y el público con sus pasiones descargadas desde sus asientos, el globo aumenta de tamaño hasta que estalle definitivamente. Torres más altas han caído.