Si no hermanos, al menos paisanos

Por mucha controversia que genere, la dimensión social del Mallorca y el Atlético Baleares es divergente y sustancialmente distanciada. Esta misma semana en la que los blanquiazules están a un partido del ascenso y los bermellones aun tienen que esperar no menos de seis, un periódico repartirá el domingo miles de banderas en Son Moix tras jalear las iniciativas promocionales de unos, sin informar de las del otro en la misma medida. ¿Un capricho?, no; solo la intención comercial de llegar al mayor número de lectores potenciales.

No es menos cierto que  mientras el Estadio Balear acoge a un millar de seguidores en Son Malferit, su más inmediata aspiración es reunir a seis mil en la tribuna única del nuevo Estadio Balear. El interés que suscita el club decano ha decrecido notablemente, pero la capacidad de su estadio cuadriplica la de su rival y su número de socios dobla al que sueñan al otro lado de la Via de Cintura, más allá de que no todos ellos ocupen sus asientos semivacíos o tapados con lonas publicitarias.

Pero la realidad es que el Levante nunca será el Valencia, ni el Expanyol el Barça, por sentar paralelismos dentro de una misma ciudad. Esto no implica que uno sea mejor o peor que el otro, ni que cada uno merezca el máximo respeto. Son continentes distintos con contenidos sentimentalmente distantes, pero no por ello decididamente antagónicos. O no debiera ser así.

El último martes de cada mes acudo a una comida con antiguos compañeros de trabajo en Antena 3, ahora y entonces ya amigos. En esta última se debatía sobre la idea de que opuestas formas de pensamiento no impiden una relación de amistad y, ya no hablemos, familiar. Lamentablemente conocemos demasiados ejemplos de lo contrario, cada día más. Pero gana la intolerancia, que no beneficia nadie. Sobran insultos y falta consideración, cultura y educación. En realidad sería maravilloso que subieran ambos, que ganara el Palma Futsal, el Bahía San Agustín y Rafa Nadal el Roland Garros.