Del VAR al ver (suma y sigue)

El colectivo arbitral responde al corporativismo más extremo de cara al exterior, aunque internamente vayan a degüello unos contra otros. De ahí la inconsecuencia de reservarse entre ellos las asignaciones del VAR que debería incorporar jueces distintos a los de campo, cosa que no ocurrirá porque nadie está dispuesto a renunciar a dos mil pelas por jornada para sentarse delante de una tele.

El nivel de sus actuaciones tampoco cambiará mientras impere el mismo criterio clientelar por el que se rige la Federación de la que dependen. En tanto en cuanto sea el presidente de la Española quien designe a dedo entre sua amistades al jefe del Comité Técnico  y este, a su vez, coloque a quien le plazca en los órganos de dirección arbitrales, el amiguismo se impone a la capacidad y la sumisión al mérito.

Como excepción a la regla, el arbitraje del gallego Muñiz Ruiz en el Real Madrid-Mallorca me sigue pareciendo excelente pese a la concesión del gol del triunfo merengue precedido de un agarrón de Carvajal a Raillo que era muy difícil de apreciar tanto por el colegiado como por su asistente. Era una acción revisable desde la cabina donde, importante detalle, el revisor era el peor árbitro de primera división con enorme diferencia: Javier Iglesias Villanueva. Sin embargo no es menos cierto que los jugadores visitantes fueron timoratos en su protesta, débil y tardía, que habría forzado el análisis de toda la jugada. Lamentarse después no tiene sentido, no conduce a nada, ni resta motivos para ese orgullo reñido con la satisfacción de lo que pudo haber sido y no fue.