Desde el puente de Son Gotleu

Al hilo de unas pintadas en los aledaños del Estadio Balear pidiendo la dimisión del entrenador, Roger y del secretario técnico, Patric Messow, el dueño del Atlético Baleares, alemán para más señas, ha mostrado su indignación porque no le gusta que «nadie le diga lo que tiene que hacer». Está en su derecho, el club es suyo y puede hacer y deshacer lo que le dé la gana. Es el signo de los tiempos. Se apoyan en el sentimiento de los aficionados para hacerse con el negocio, si es que lo hay, pero lo que estos piensen, opinen o hagan les trae absolutamente sin cuidado. Eso si, en su nombre se irán al Ajuntament a pedir subvenciones para sembrar césped en el terreno de juego y Cort, lo haya desembolsado ya o no, la concede por la repercusión social de los millares de seguidores blanquiazules cuyas exigencias molestan al propietario. ¡Qué contradicciones!.

Al señor Ingo Volkman no le incomoda haber dejado escapar a Jurado, Xisco Hernández, Fullana y alguno más, sin sustitutos a la vista. Ni haber quemado en el banquillo de Son Malferit y ahora el propio recinto de la Via de Cintura a tropecientos entrenadores, desde Siviero o Josico a Manix Mandiola,. un genio según decían al que también han cesado en el Numancia. Se supone que el mejor resultado de su gran gestión es haber construido una grada , taponar la visión del puente de Son Gotleu al que acudían curiosos para ver ¿fútbol? gratis e incorporar a Vich, ahora segundo entrenador porque el segundo del primero ha pasado a ser el primero. ¡Lástima! de no haber renovado a Vallori un año más.

Pero la pregunta es: ¿si se enfada porque su público pide el cese de sus patrocinados, qué es lo que realmente quiere de los simpatizantes del Atlético, aparte de que mantengan la boca cerrada?.