Ea, ea, ea, Aguirre se cabrea

Uno pierde los papeles fuera del campo cuando ya los ha perdido dentro. Mas allá de recordar a Javier Aguirre que en la jornada 14, que la parece demasiado pronto para poner en solfa su continuidad a la vista del balance parcial que lleva, ya han sido cesados Mendilibar, Vicente Moreno, Quique Setién, Pacheta y Paco López, además de un director deportivo que, vale, de acuerdo, aquí sale de rositas.

Los dos parones, el segundo casi eterno, de la competición no han servido para ya no mejorar, sino siquiera cambiar, algo de la historia interminable, reiterativa y memorizada hasta por el mas débil de los contrincantes. Me pregunto, como José Luis Perales, a  qué han dedicado el tiempo libre. Y ya metidos en música, al Vasco «se la ha roto el amor de tanto usarlo». El amor a la táctica, el dibujo, el sistema o, sencillamente, su terquedad.

Al ver a Abdón sacar un corner e incluso tirar una falta fuera del área, casi me da un infarto después de la taquicardia provocada por el mismo ejercicio en las botas de Dani Rodríguez. No tuve que esperar a la rabieta de la rueda de prensa para comprender que, en efecto,  el actual técnico del Mallorca no encuentra el norte ni con una brújula.

¿Que no es el único culpable?, vale pero uno de ellos, si. Primero porque no estaba Raillo, después porque Darder se tiraba una hora de coche para ir a entrenar, un rosario de excusas simples cuya decena de avemarías se completa con las bajas circunstanciales de Maffeo y, ahora, Muriqi. Con ellos o sin ellos, ni el menor acto de contrición y, eso sí, grandes sensaciones. El resto de equipos también tienen enfermerías y algún que otro hospital.

Muy malo ha de ser Van der Heyden para ir por detrás de Copete en el escalafón defensivo. Por no hablar de Larín, que si ayer vimos su mejor versión, el futuro pinta peor de lo que imaginamos. Pero seamos justos, tanto fichaje fallido no es responsabilidad del banquillo, sino del director de fútbol, Pablo Ortells, que, por si fuera poco, también se luce con la gestión de la cantera.

Hemos de reconocer que el equipo no está en descenso, aunque no sea por méritos propios. Pero tampoco aceptamos como animal de compañía los más recientes éxitos de la permanencia porque en fútbol, como la experiencia del mexicano debe dictar, no existe el pasado. De eso saben mucho sus patrones, los americanos, que a falta de apostar por una plantilla de Primera, lo hacen por un estadio municipal cercha a cercha, una de las que pendería colgado cualquier mallorquín que hubiera ejecutado solo la mitad de sus despropósitos, desde Molango a Diaz y sus espectáculos sin restaurante.