El «baratillo» de enero
Me cuesta creer que el mercado de invierno no fuera abierto como una ventana más para negocio y regocijo del cada vez más numeroso oficio de agente de futbolistas o sus acólitos, palabra cuya semántica pueden aplicar según su voluntad y conocimientos.
Para los clubs me parece el examen de repesca para repetidores que no aprobaron en julio, sus directores deportivos en general, sus ayudantes y/o entrenadores que hayan intervenido en la confección de sus plantillas. Una segunda oportunidad que con los datos en mano tampoco suele servir para superar el curso más allá de las contadas excepciones que confirman la regla.
Un solo jugador difícilmente influye decisivamente en el rendimiento de un equipo, unos cuantos a mitad de temporada lo destrozan e invertir en un fichaje para menos de media vuelta solo está al alcance de los desahogados económicamente o directamente desesperados que temen o se han alejado de sus objetivos iniciales.
Sin embargo y ya metidos en este «baratillo», la guinda de esta tarta apta para paladares poco exigentes la ponen aquellos que apuran los plazos para comprar a más bajo precio. Si quieren fichar en enero que lo hagan cuanto antes porque necesitar refuerzos y después de transcurridos cuatro o cinco partidos no cuela y menos si es preciso adaptarlos a sus compañeros, el manual del técnico en curso, la cultura y el clima.