El fútbol es una ilusión
Hace un montón de años, tantos que ya he perdido la cuenta, empecé a escribir para el semanario Fiesta Deportiva del que fue redactor jefe mi admirado y estimado Jaume Nicolau quien, después de una temporada que pasó en el diario AS, en Madrid, recuperé como compañero en Ultima Hora. La revista se editaba e imprimía en el taller del Majorca Daily Bulletin, en la calle San Felio y salía a la venta con singular éxito cada sábado. Teniendo en cuenta que en aquella época toda la jornada de fútbol se jugaba el domingo, me sorprendía, incluso me extrañaba, que el editor, Pedro Serra, no se hubiera planteado editarla los lunes, al principio de la semana y no al final. El «Tío», tal como apodábamos a Nicolau, despejó mis dudas mientras cada uno tecleaba la eterna Olivetti verde en el pequeño local de apenas treinta metros cuadrados por donde entregaban sus textos los veteranos Martí, Dols o Joarcho, el de los toros: «El sábado, me dijo, los aficionados afrontan el fin de semana con la ilusión de que su equipo gane el domingo; en cambio el lunes sufren la tristeza de la decepción». Cuando aún se vendían de verdad los periódicos de papel, me dijeron que si ganaba el Mallorca, al día siguiente se vendían más ejemplares que en caso de derrota.
Hasta el martes a las nueve de la noche, esa esperanza, esa ilusión anida en el espíritu y la convicción de todos y cada uno de los seguidores del Mallorca. No voy a ser yo quien se la quite con un arranque de mal entendida realidad, aunque no exenta de franqueza. La verdad es que no comparto la definición de Jorge Valdano respecto al fenómeno social, esa de que «el fútbol es un estado de ánimo». Particularmente prefiero sostener que el fútbol es una ilusión. El miércoles habrá sido una cosa o la otra y el jueves renacerá un renovado ensueño: ganarle al Girona el domingo.