El regreso de los clásicos
El ascenso del Espanyol, unido a los del Castellón, Deportivo y Málaga dibuja una segunda división atractiva, plagada de históricos como los decepcionados rivales Oviedo y Sporting, junto al Real Zaragoza, el Cádiz, el Granada, el Racing, el Burgos o el Tenerife, una docena de escudos futbolísticamente heráldicos que conferirán a la categoría una nostálgica nobleza.
Aunque las apariencias engañen y el fútbol al que Luis Aragonés se refirió como «un juego de pillos» se haya transformado en un tapete de taures, el retorno de los clásicos sometidos a años de degradación y penurias como condena a sus malas gestiones se erige en una refrescante noticia a la vez que un halo de esperanza si han aprendido la lección que redime el pecado de su propia penitencia.
Pero todavía quedan quienes no escarmientan en carne ajena. El Real Betis y el Atlético de Madrid, que cuentan probablemente con las aficiones más fieles de Primera, se ha visto obligados a convocar sendas ampliaciones de capital para evitar lo que en las sociedades mercantiles no deportivas se determina como causa de disolución, lo disfracen de lo que quieran. Los andaluces han vuelto a ofrecer capital a sus socios y los madrileños a inversores externos. Es decir, que volvemos a las andadas.
La relajación de la Liga de Fútbol Profesional en la vigilancia al cumplimiento de sus mismas normas, los tramposos encajes de bolsillos para sortearlas de las que hasta el Barça de Laporta ha hecho un dudoso arte, siguen favoreciendo la flotación de nuevas burbujas originadas en un vaso de jabón líquido sin fondo que no excluye a nadie, ni siquiera al pomposo Real Madrid de Florentino devenido de presidente deportivo en empresario de espectáculos.
Las ovejas que entran por las que salen. No se puede gastar más de lo que se ingresa en nombre de las victorias que vengan, ni de la modernidad o reconstrucción de instalaciones para albergar negocios espúreos que llevaron a donde muchos no quisieran haber estado nunca y sin embargo han sufrido pese a la altura de sus torres.