El Supremo reivindica a Serra Ferrer

“Siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo”, dice el proverbio árabe. El problema, asegura un amigo, es que a veces tarda demasiado. Pero transcurra el que transcurra, el tiempo siempre pone a cada uno en su sitio a veces valiéndose de unos medios, en este caso de un tribunal de justicia, y en otras de otros.
Recuperado su prestigio en Sevilla como vicepresidente ejecutivo del Real Betis hoy en competición europea y 19 millones de beneficio al cierre del pasado ejercicio, no es que Serra Ferrer dejara de ser profeta en su tierra, sino que fue víctima de una cadena de traiciones sin fin en nombre de intereses inconfesables y antipatías personales que aun hoy perduran para vergüenza de aquellos a quienes el Tribunal Supremo ha retratado en su infamia al no admitir siquiera el recurso que pretendía modificar dos sentencias previas, del Mercantil y la Audiencia, relativas a la demanda urdida por Utz Claassen y Pedro Terrasa sin posibilidad de otra cosa que esparcir la mierda que debía salpicarles a ellos.
Porque en efecto, el alemán apuñaló a Llorenç y a Jaume Cladera que le habían permitido entrar en el accionariado del Mallorca en un acto de infinita generosidad, rayana en la inconsciencia. Pedro Terrasa hizo lo propio tras acomodarse un sillón y un sueldo que le permitía medrar y figurar tras su fallido paso por IB3 donde también mordió la mano que le daba de comer, la del periodista Antoni Martorell, como antes la de Vicenç Grande aun en Son Moix. Para ello contó, cómo no, con la colaboración de ciertos medios de comunicación chantajeados a cambio de producciones televisivas o agasajados publicitariamente y algún que otro escribidor de poca monta y menor fuste ávido de vengar las negativas recibidas en sus visitas a S’Olivaret y Manacor.
Falta por desfilar el tercer “bellido dolfos”, el ex presidente Gabriel Cerdá, quien fuera tildado de indigno por los acusados, que disfrutó de su breve y lamentable paso por el Mallorca en aras de una amistad profunda y familiar que no dudó en invertir. Su causa, diferente pero similar a la recién sentenciada, también ha caído en los dos primeros asaltos y camina hacia un destino no muy diferente.
La condena en costas de los demandantes, remata una reivindicación no por dilatada menos justa.