Del rosa al amarillo

El fútbol como espectáculo evoluciona con demasiada lentitud debido a las reticencias de sus dirigentes, aferrados a cambiar lo que les proporciona importantes réditos tal como está. Cuando lo hacen, siempre de cara a la galería, se limitan a minucias reglamentarias insustanciales, sin atacar ni un solo problema de fondo, que confunden más que aclaran o mejoran.

El caos de la Federación Española de Fútbol, voluntariamente encadenada a su obsoleta estructura y formas prehistóricas, ha abonado el terreno para que los enemigos de su inhabilitado presidente, aprovechen la oportunidad del árbol caído. Javier Tebas, el más encarnizado de sus adversarios, ha pontificado en Portugal sobre la necesaria limpieza federativa sin ruborizarse por no usar la escoba en la Liga de Fútbol Profesional que preside a hipoteca limpia, el control de la información frente a medios audiovisuales e impresos en plena rendición y presume de unas transmisiones televisivas que transmiten más vergüenza que novedad y condicionan unos horarios poco saludables e intempestivos para espectadores de un deporte al aire libre condenados al sofá de casa.  Más pendientes de mostrar a sus protagonistas en calzoncillos o de su vida personal, íntima o familiar, el «fútbol rosa» que definió Jabo Irureta, ha cambiado al amarillo, puro sensacionalismo insustancial.

El diccionario de tópicos en boca de directivos, entrenadores y futbolistas no contribuye a ampliar el paisaje que se divisa. Tampoco la proliferación de participantes en las competiciones internacionales que rinde buenos dividendos a la UEFA y la FIFA con cargo a clubs de naciones económicamente limitadas, cuyos representantes no son apenas competitivos, una condición básica para que el juego trascienda de simple ejercicio físico a competición. Las confrontaciones en curso para la clasificación de las selecciones en la Europa 2024 constituyen un magnífico botón de muestra.