En la muerte de Reyes

El movimiento se demuestra andando, las amistades se reconocen en los momentos más difíciles y la zafiedad humana en circunstancias como la que ha conmocionado al fútbol: la muerte de Reyes. Al suspender la jornada de mañana en segunda división debido al efecto dominó del obligado aplazamiento del Cádiz-Extremadura, nos asombramos, que no sorprendemos, ante la cantidad de individuos cabreados que anteponen sus intereses particulares a compartir un sentimiento de duelo generalizado. Y si, se pierden entradas ya adquiridas, algún billete de avión y un rosario de pequeños inconvenientes que alcanzan a los desplazamientos de los equipos visitantes, árbitros, etc, pero al mismo tiempo invitan a reflexionar sobre otros asuntos.

El único punto en el que los desalmados tienen razón estriba en la hipocresía de unificar solamente las dos últimas jornadas de liga, se supone que para evitar trapicheos y ventajas a quienes pugnan por su clasificación, cuando dichos horarios son un cachondeo durante todo el campeonato y la desigualdad que se intenta evitar justo antes de bajar el telón, se fomenta y manipula desde agosto a junio. Es la televisión y no la pureza del calendario la que impone que unos jueguen antes que otros sin que ninguno salga perjudicado o beneficiado, según cada caso. Tanto la LFP como la RFEF deberían propugnar que los contendientes emparejados en la tabla jueguen todos a la misma hora a lo largo de todo el año y no solo al final y de cara a la galería con el fin de dar una imagen de honestidad que hace tiempo salió de los cánones del balompié. Además de otros detalles como el sistema de designación arbitral que no afecta por igual a los grandes que a los pequeños o los ingresos por derechos audiovisuales.

Si quienes deberían predicar con el ejemplo de sus decisiones se limitan a seguir el dictado de unas asambleas cuidadosamente teledirigidas y asumir la dictadura interesada de las plataformas televisivas solo aparecen para enviar sus coronas de flores en el funeral, justifican la actitud insolidaria de fanáticos y facinerosos.