Es la botella, no el agua

Veo, leo y escucho que el empate del Mallorca en Bilbao se divide, como en la metáfora del sediento perdido en el desierto, entre quienes ven la botella medio llena de agua y aquellos que la encuentran medio vacía. Los primeros ensalzan al portero, Rajkovic, mientras los pesimistas se acuerdan de los postes. Un análisis más simplista que sencillo porque quizás el hallazgo inmediato, antes de saber lo que contiene, es el del continente: el frascco. Esto es lo inalterable, el liquido depende la posición en que se coloque.

Quiero decir que el resultado no altera la realidad y menos por un partido, uno; si, solo uno. Extrapolar la representación a futuro puede ser divertido de momento, pero se aproxima a la temeridad. Esta plantilla necesita los mismos retoques, más bien refuerzos, hoy martes que el pasado sábado. Resistir ya lo hizo hace unos meses en Sevilla, como recordaba ayer en mi comentario del encuentro. Y casi con idénticos mimbres. Incluso mejores, porque Grenier empeora a Salva, sin entrar en comparaciones, Copete empata con Oliván y Kang-in Lee cubre más terreno y funciones que Angel. Incluso Reina estuvo, aquel día, tan decisivo como el serbio en San Mamés.   En este caso el sistema, ya no el dibujo, está por encima de los jugadores. Esa es la evidencia. Y lo es porque no hay ninguno que marque diferencias.

Cada uno utiliza las armas que cree más convenientes y el repliegue intensivo en actitud y número es un recurso propio y habitual de los equipos que se reconocen en un plano de inferioridad respecto al rival. Y ser consciente de las limitaciones que tiene cada uno, demuestra responsabilidad más que cobardía. Si acaso, la pregunta sería si esto da para 38 jornadas, pero no cabe olvidar que este calendario consta de una primera fase de 14 jornadas tras las cuales se admite una larga parada para avituallamiento básico.