In memoriam Perico
Hay personajes en la historia de cualquier club de fútbol que, de no haber existido, tendrían que haberlos inventado. Uno de ellos Pedro Colombás, Perico para muchos, de cuya muerte me acabo de enterar a través de las redes sociales. De él escucharemos infinidad de anécdotas y de iniciativas, unas más llamativas que las otras, por lo que no relataré ninguna de las que recuerdo porque indudablemente ya se habrán contado. Diré que a partir de un Mallorca al borde de su desaparición, cuya resurrección dirigió Miquel Contestí, Colombás cargó con la parte menos onerosa, pero más difícil: el resurgir de una afición que agonizaba víctima del desencanto.
No dinamizó solamente a las penyes, entonces no había tantas, sino que logró reactivar a todo el mallorquinismo con su entusiasmo juvenil y su fé y lealtad a una causa que aquellos días se daba por perdida. El tipo de cosas que Maheta Molango, que cesó hace poco a su hijo, no entenderá nunca ni ha querido estudiar para saber al menos de dónde viene el club que gestiona y por qué vías debería circular.
Se ha ido un mallorquinista de abolengo, de raza, de convicción, catalinero y arrabalero. La esencia. En no pocas ocasiones puso en riesgo su propio sentido del ridículo si con ello tiraba de la gente, porque nunca buscó su proyección personal, sino el efecto o las consecuencias de sus actividades en pro del equipo y del club. Lo mismo le daba una entrega de premios, que un desplazamiento o llenar de velas la grada del viejo Lluis Sitjar porque allí no había tesorería suficiente para encender la luz artificial.
Ignoro si a día de hoy la Federació de Penyes sigue sin presidente. Si puedo afirmar que desde que el finado lo dejó, aquello nunca fue lo mismo. Y mucho me temo que seguirá sin serlo.