Sálvese quién pueda
Con las prisas que dijeron tener, deberíamos preguntarnos por qué el CSD solo envió al TAD una de las seis denuncias en su poder sobre el caso Rubiales y, además, incompleta.
También tendríamos que plantearnos por qué los presidentes territoriales reunidos ayer en Madrid piden la dimisión del presidente depuesto por la FIFA, sin incluir al secretario de la Federación Española, Andreu Camps, y a quienes ocupaban plazas de vicepresidente tal cual ha ocurrido en Cataluña, donde la Generalitat pide el cese de quien preside la Catalana, Joan Soteras, o como se ha solicitado al propio Infantino respecto a Pedro Rocha, sustituto interino del ciudadano de Motril «por ayudarle». Recordemos que Rocha es un superviviente de la etapa de Angel Villar, a quien igualmente apoyó hasta que fue destituido precisamente por el CSD tan remilgado. Una suerte de Miquel Bestard, vamos, más o menos.
En cumplimiento de la orden dictada por la máxima autoridad internacional del Fútbol, quien lo ha sido del fútbol español hasta hace dos días, ha sido suspendido de sueldo y de coche oficial y se le ha conminado a entregar su teléfono móvil y ordenador representativos. Un poco tarde, claro. No tiene demasiado sentido pedir su dimisión y que todos sus colaboradores, seleccionadores incluidos, sigan en sus cargos. Incluido Sansó, el mandamás territorial balear, aferrado al cargo como si no hubiera sido fiel colaborador hasta la fecha. ¿Dónde estaba su interés cuando depuraron a las «rebeldes» de la Selección?. Ahora resulta que nadie miraba hacia otro lado.
Como decían los periodistas Yale y Amilibia en su programa de radio en la antigua Antena 3 allá por la primera mitad de los ochenta, las preguntas no son capciosas, lo capcioso son las respuestas.