Intrigas palaciegas

Al poco tiempo de ser contratado por el Mallorca Maheta Molango fue advertido de que si no hacía limpieza acabaría traicionado. La hizo, pero a destiempo y no donde debía. Aprovechó al descenso a Segunda B para practicar en un ERE tan descarado como encubierto, ¡menuda contradicción!, cortando las hierbas sanas para reemplazarlas por plantas venenosas. Uno de sus fichajes administrativos fue quien precipitó su despido. Traición, en efecto, al fin y al cabo y desde dentro, aunque su autor llegara de fuera.

Pero la vida siguió entonces y lo hace ahora sin que nadie haya pasado el aspirador por debajo de las alfombras o las rendijas del sofá. Históricamente lo peor de este club anida en sus aledaños, plagados de envidiosos, mediocres y pseudo aficionados que aspiran a gobernarlo desde trincheras profundas amparadas bajo una bandera de mallorquinismo que ellos mismos se han fabricado.

No les cuento nada nuevo. El mismísimo Jaume Rosselló Pascual, artífice del ascenso de 1960 a primera división y verdadero creador del club que conocemos a día de hoy, recibía llamadas anónimas de madrugada en su domicilio, pues entonces no había móviles, inventándose bulos sobre los jugadores y tumultuosas relaciones personales. Un cronista de un periódico de Palma esperaba la llamada de un patrocinador antes de calificar individualmente la actuación de los jugadores, orientar su relato y hasta sugerir, sino ordenar, los titulares. Ahora, escondidos en el anonimato de las redes sociales, imagínense.

Debo suponer que este tipo de intrigas afectan por igual a todos los clubs. No lo sé. Pero les puedo asegurar y afirmo que aquí las hay y que, pese a las advertencias, los americanos no se lo creen. No recordaré el manido modismo gallego sobre las meigas, pero si comento a quien quiera escuchar que esto sigue pasando y a veces desde dentro o muy cerca del club.