Ir pa ná es tontería

No hay como mirarse uno al espejo para comprobar su realidad, salvo que lo hiciera en una de aquellas salas donde los cóncavos y convexos te devolvían una imagen cual figura de El Greco o, por el contrario, como una estatua de Botero.

La verdad del Mallorca, aunque no concluyente, es clara. Ha empatado en casa contre el Betis y el Villareal, ha ganado por la mínima y sin demasiada convicción al Alavés, cero puntos, y al Espanyol, primera victoria el miércoles y de penalti, ha perdido en San Mamés, donde ganó el Rayo Vallecano y regaló una goleada humillante al Real Madrid.

Un entrenador que se muestra satisfecho por empatar dos veces en su propio campo, saca pecho por dos victorias obligadas, pierde ante el primer equipo de medio pelo al que visita y acude al Santiago Bernabéu con la guillotina a cuestas para, asegura, pensar en otro partido, el domingo frente al Osasuna, es un técnico de pocas luces que además confía muy poco en los futbolistas a los que prepara por mucha sonrisa que exhiba ante los medios y afición. No ha buscado reflejo en el espejo adecuado, de haberlo hecho habría sido crítico consigo mismo y estaría preocupado por el overbooking de lesionados que tiene en tan solo seis jornadas de liga.

Si aplicamos idéntica filosofía desplazarse al Wanda Metropolitano, Nou Camp, Sánchez Pizjoán y alguno más será un ejercicio inútil. Si hay que ir, se va; pero ir «pa ná» es tontería.

Tampoco acertarán quienes, con pusilánime celeridad y no menos precipitación, atribuyen a Marco Asensio una resurrección gloriosa redimido ante el Mallorca o lo que vendría a ser un entreno intersemanal. Hubiera brillado hasta cojo.