Jugadores de complemento

Si Javier Aguirre entiende que las redes sociales constituyen un elemento más de presión para los jugadores, imagínense lo que es jugarse una final cuando solamente ha transcurrido un tercio del campeonato. «Presión, recordaba Héctor Cúper, la sufre el peón cuyo salario no le llega a fin de mes» y Luis Aragonés, remataba: «la presión se la tiene que poner uno mismo». Los futbolistas lo tendrían muy fácil sin entrar en las aplicaciones en cuestión y asunto terminado, pero no solo las evitan, sino que intervienen en ellas. Los anonimatos esconden taras tan o más graves que los egos.

No parezca que quiero contradecir al técnico del Mallorca, ni siquiera cuando afirma que el equipo «sale reforzado» tras perder el sábado en el Civitas Metropolitano, que ha cambiado tantas veces de nombre que ya ni sé cómo se llama (igual he acertado). La única recompensa de una derrota reside en aprender la lección de sus causas para no repetirla y, lamentablemente, este equipo lleva trece jornadas sin haber pasado el test.

Claro que nadie desde el banquillo puede saltar al terreno de juego y marcar el gol que Amath no supo transformar. Nadie es culpable de algo así. Se impone un examen de conciencia colectivo que empezaría por saber algo que se nos escapa: el nivel de exigencia en los entrenamientos y, algo más evidente, el control de calidad de los recursos disponibles  que excede la responsabilidad del «mister» y entra de lleno en el de la dirección de fútbol.

No olvidemos que a día de hoy son titulares Nastasic, al que no quería nadie y hubo que repescar sin haber hecho ni pretemporada a partir de la lesión de Raillo, lo que nos lleva directamente a fichajes como el de Van der Heyden, Mascarell o el voluntarioso Lato, incorporaciones más que discutibles que, unidas a la monumental metedura de pata, dicho finamente, con Cyle Larin sugieren una profunda reflexión a la hora de renovar a Pablo Ortells.

Si empezamos por observar que otro defenestrado, Antonio Sánchez, se ha convertido en casi insustituible y a la hora de decidir una sustitución, nuestra mirada topa con los Abdón, Morlanes, Costa y compañía, es que lo que deberían haber sido refuerzos para mejorar lo que había, son únicamente futbolistas para llenar el cupo, alguno de los cuales da apenas para segunda división. Como el que, solo ante el portero «la tiró al palo largo», palabra del «Vasco».