La muerte del fútbol español

La decisión del Comité de Competición de la Federación Española de Fútbol al no imputar efectos disciplinarios previstos en el reglamento a la tarjeta roja que el árbitro De Burgos Bengoetxea mostró al jugador del Real Madrid, Vinicius Jr., no solamente crea un precedente de consecuencias imprevisibles, sino que abre la puerta a la huida masiva de aficionados al fútbol cual hebreos liberados por el faraón después de las diez plagas de Egipto.

Al exculpar al colegiado en base a que su decisión de expulsar al futbolista se debió a a una información errónea o incompleta recibida desde la sala VOR a cargo del señor Ignacio Iglesias Villanueva, a su vez inhabilitado de sus funciones y expulsado del colectivo, permite a cualquier club y sus seguidores preguntarse, dudar, de cuántas «imágenes sesgadas» han servido a lo largo de la temporada y lo harán en el futuro, para soslayar o provocar tarjetas injustas, fueras de juego mal señalados e incluso goles anulados o concedidos.

Lo que ha hecho la presidenta del Comité de Competición es reconocer implícitamente la posibilidad de corrupción en el fútbol español, pues el castigo impuesto al árbitro de VAR sugiere una evidente intencionalidad en el suministro de la información al árbitro principal, sin olvidar que en cabina se sitúa, además de un técnico, un trencilla auxiliar. Si el vídeo arbitraje surgió para corregir «errores evidentes» en el campo, ahora habrá que constituir otro juez, otro árbitro, para vigilar las actuaciones de los designados ante la pantalla.

Tampoco vemos comunicado alguno del Comité Técnico de Arbitros, Luis Medina Cantalejo, ni de alguno de sus representados defender en este caso la honorabilidad del colectivo. Se ha abierto la veda en torno a los colegiados, pioneros en cuanto a recibir insultos desde la grada, por una sentencia que no se atiene a los hechos deportivos, sino a una alarma social mal interpretada porque su verdadero efecto no es sino el descrédito, el desprestigio y la peligrosa exposición de todo el estamento arbitral y, por dependencia, federativo. Un paso firme hacia la muerte del fútbol. El español, al menos.