Luz intermitente
No cambiaría nada de lo que escribí el pasado jueves día 9 de febrero. Me ratifico en que Javier Aguirre ha adoptado un dibujo y un estilo de juego adaptado a las características de los jugadores que tiene y la única diferencia entre los buenos resultados, casi todos por la mínima, obtenidos en Son Moix y los de fuera no tienen nada que ver con el sistema, sino con la motivación.
Es imposible pedir más de lo que esta plantilla puede dar, aunque tampoco exigir menos. En resumen es un conjunto competitivo cuando se emplea al 200 por cien, regular si lo hace al 150 y frágil si solo lo hace al 100 por cien de sus posibilidades. Se motivó para recibir al Atlético o al Real Madrid, pero fue a Sevilla todavía con la resaca eufórica de su última victoria y ni en Pamplona, ni tampoco en Cádiz, encontró enemigo que le obligara a un esfuerzo por encima de sus posibilidades.
Los futbolistas han interiorizado el pragmatismo del que el técnico les ha imbuido, pero cuando surge la necesidad de hacer algo diferente a remolque del resultado, se caen todas las piezas del puzzle. No hay variantes, ni soluciones alternativas. No se aprenden o no se han trabajado. Practica un fútbol mecanizado acorde al nivel de su potencial, pero carente de imaginación, fantasía e improvisación. Todos saben lo que tienen que hacer y eso está bien, pero nadie conoce cómo cambiar de rol.
No, el Mallorca de casa no es diferente del de fuera. Lo que varía son los resultados y el termómetro del esfuerzo que baja hasta fuera de la escala, donde duerme el mercurio.