Mucha daca y poco toma (2-1 en Son Moix)

Sin hacer nada el Valencia abrió el marcador de penalti que transformó Luis Rioja como castigo a una mano tan ingénua como evidente de Mojica. Larin, ganó la oposición de Tárrega para cruzar de palo a palo un centro de Dani Rodríguez en un instante crucial: justo antes del descanso. Faltaban diez minutos para los noventa cuando Sergi Darder sacó su guante para poner un balón de oro a la espalda de Foulquier donde Abdón ganó la posición para cabecear en solitario frente al sorprendido Mamardashvili. Se había consumado la remontada en un partido de mucha daca y poco toma.

ALINEACIONES:

R.Mallorca.- Greif (1), Jaume M. (1), Valjent (2), Raillo (1), Mojica (1), Samu (1), Morlanes (1), R.Navarro (1), Sergi Darder (2), D.Rodríguez (1) y Larin (1).

Minuto 69, Valery (1) por R.Navarro y A.Sánchez (1) por Dani Rodríguez. Minuto 77, Maffeo (1) por Jaume M. y Abdón (1) por Larin. Minuto 84, Mascarell (-) por Sergi Darder.

Valencia C.F.- Mamardashvili (1), Foulquier (0), Tárrega (1), Mosquera (1), Yarek (2), Gayá (2), Javi Guerra (0), Barrenechea (1), L.Rioja (1), Diego López (2), Hugo Duro (0).

Minuto 74, Pepelu (1) por Javi Guerra y Valera (1) por L.Rioja. Minuto 83, Dani Gómez (-) por Yarek y Almeida (-) por Barrenechea.

ARBITRO:

Quintero González (2), de Huelva. Su colega Figueroa Vázquez le marcó la mano clara, separada del cuerpo, que Mojica interpuso en la trayectoria del balón. Penalti evidente. Amonestó a Valjent por una falta y a Luis Rioja por protestar. Señaló solamente 23 faltas, 14 a favor del Mallorca y 9, del Valencia. Se impuso sin necesidad de aspavientos, ni errores graves.

GOLES:

Minuto 30, Mojica intercepta con la mano derecha abierta unos dos palmos un centro que no iba a ninguna parte. Revisión desde la cabina VOR y pena máxima que convierte Luis Rioja, de tiro fuerta  y a la izquierda de Greif. 0-1

Minuto 46, en plena prolongación del primer tiempo, Dani Rodríguez gana un pase en profundidad y Larin mete la punta de la bota para cruzar al lateral opuesto de la red por su interior. 1-1

Minuto 80, Sergi Darder mide con precisión un servicio al área en busca de Abdón, que gana la espalda de Foulquier y cabecea sin apelación cerca del portero. 2-1

El Valencia botó siete corners, por tres del Mallorca.

17.717 espectadores

MUCHAS NUECES PARA TAN POCO RUIDO

Pudo parecer un encuentro fuertemente disputado e incluso aguerrido, pero no lo fue. El Valencia apretó todo lo que pudo, sobre todo a partir de los primeros veinticinco minutos, pero no creó nada y generó todavía menos. El Mallorca, por su parte, adormecía una noche que invitaba al sopor, presionaba tarde y no siempre bien, perdía el cuero con facilidad pero pergeñó, aunque con cuentagotas, el escaso fútbol que en algún momento se practicó en Son Moix.

Ya escribí, repito, que no es fácil comprender como un once con jugadores de la talla y técnica de Morlanes y Sergi Darder, carezca de un juego no más vistoso, pero si, al menos, más fluido y originado en la cabeza de estos jugadores antes que con los pies de sus compañeros. Cuesta un mundo salir desde atrás, le pelota discurre demasiado tiempo en campo propio sin causar ningún estrago, ni siquiera algún susto. La imprecisión se impone a la intención, como si no existiera el primer toque o la chispa que electriza un deporte que aburre al público americano, no a los dueños del Mallorca, porque lo definen como una pugna entre dos contrincantes en la que nunca pasa nada.

En detrimento del abotargado visitante, que ronda la cola de la tabla entre cuyos moradores los de Arrasate se atragantan, debemos añadir su obsesión por no dejar avanzar al contrario a cambio de renunciar a su propio ataque. Su último delantero es su primer defensa y así en todas las zonas del campo, salvo excepciones puntuales, Gayá y Diego López, que obligaron al de Berriatua a cambiar la banda derecha incluso con el marcador todavía igualado.

El triunfo, la remontada, el ánimo de sobreponerse a un marcador adverso por una acción desgraciada, ocupa el haber que justifica un resultado que, lejos de invocar la utopía europea, confiere la calma que puede garantizar una temporada tranquila en la que aplicar un estilo, una personalidad, más reconocible capaz de asentar objetivos más elevados que la simple permanencia en esta primera división por la que el Valencia ahora mismo daría la vida.