El sprint final
A punto de cerrar el parón de selecciones, con el aburrimiento de costumbre y algún lesionado inconveniente, empieza el lío. Si, aquello que decía Luis Aragonés de que todo se decide cuando faltan diez partidos. Aun restan doce, pero esto va directo hacia la clasificación final con cada equipo situado en la posición en la que se ha colocado para afrontar este sprint final.
Mi hermano Fausto decía que en la vida cada persona recibe la mitad de lo que se ha ganado y la otra mitad es lo que se merece. Claro que ambas mitades pueden ser contradictorias. Eso ya depende. Al Mallorca nadie la ha regalado nada, ni siquiera sus propietarios, y con sus limitados recursos humanos, mal repartidos entre el fútbol de élite y sus secciones formativas, se encuentra bien colocado para llegar a la meta con decoro. No va a ganar la liga ni, probablemente, clasificarse para Europa. Tampoco le hace falta. Un término medio entre eso y salvarse en la última jornada, como ocurrió hace casi un año y no le importaría al director de fútbol Pablo Ortells según su propia confesión.
El resultadismo no es nuevo en el fútbol y a eso ha jugado y juega Javier Aguirre, cuya experiencia dicta que, se mire como se mire y se diga lo que se diga, es lo único que importa. No se puede decir que su equipo juega bien, ni mucho menos, pero si es indiscutible que compite y en una liga desigual y manipulada como ésta, es lo máximo a lo que puede aspirar cualquier plantel modesto. Tender a objetivos más ambiciosos requiere dar una serie de pasos que dudo que desde Arizona se quieran dar sobre un terreno que tampoco reúne condiciones para siembra y abono.