Nada que objetar

Permitan que enfoque desde una perspectiva personal la noticia del fallecimiento de Antonio Peñas, Toni, que me comunicó Mateo Palmer al filo de las once de la mañana. Fue presidente de la Federación Balear de Tenis entre 1988 y 1992 y no puedo decir que la revolviera de arriba abajo como un calcetín, pero si que la modernizó. No eran los tiempos de Carlos Moya, aun, ni mucho menos de Rafa Nadal, pero si de Alberto Tous aunque su prioritaria preocupación como máximo dirigente regional siempre fue la del tenis de base.

La edad, que no perdona,  le hizo cambiar de disciplina. Se aficionó al golf, que compartía con su hija, y después de unos años sin contacto directo, le recuperé como no podía ser de otra manera, raqueta en mano o, en este caso, pala ya que fue en una pista de pádel. La de tenis se nos hacía grande, aunque jamás me atreví a pisarla con él. En la jaula de cristal, si. Logramos reunir a un grupo de amigos y fue mi pareja en las partidas de cada lunes desde hace más de diez años, aunque hace algo menos de tres tuvo que remitir en su esfuerzo y sustituir la red por los 18 hoyos.

Ya habrán deducido que siempre fue un amante del deporte, tanto detrás de la mesa de un despacho como en pantalón corto. Y lo fue en toda la extensión de la palabra, porque le impacientaba perder pero, al mismo tiempo, corregí los defectos de los menos avezados, como yo mismo, y, sobre todo, jamás le escuché discutir una bola, no justificar una derrota en la mala fortuna propia o la suerte del rival. Por el contrario, «el maestro» que así le llamábamos, se unía a los contrincantes en el centro de la pista y al estrecharles la mano decía: «nada que objetar».

Le imagino, con lo pragmático que era, que así habrá dicho al Creador que le ha reservado una cancha para toda la eternidad: nada que objetar. Es ley de vida. Allí nos veremos. Buen partido, amigo.