Ni luces, ni sombras

Ha terminado la primera vuelta del campeonato de liga, 19 partidos que dejan al Mallorca en una posición tranquila que debería permitirle reforzar su plantilla, limitada en calidad, mejorar la eficacia de su ataque o, mejor dicho, contraataque y articular algunas variantes que le hagan menos previsible.

Si el mismísimo Barça acaba aferrado al exíguo 1 a 0 del marcador en tantos de sus partidos, no cometeremos la desfachatez de criticárselo al equipo que Javier Aguirre ha diseñado en torno a una férrea, numerosa y solidaria defensa. El problema en todo caso ha sido que al tirar de la manta para abrigarse hasta la cabeza, se le ven los pies a la hora de encarar la portería contraria. Pocas llegadas y menos remates, sobre todo fuera de casa, aunque tampoco en Son Moix haya marcado con facilidad.

Salvo excepciones ha obtenido mejores resultados que juego, aunque su sistema entenderlo no favorece el espectáculo y ni los entendidos consiguen ponerse de acuerdo a la hora de definir en qué consiste. Bastante tienen los modestos con sumar puntos cuando ni los grandes asombran a nadie. Tampoco nos atreveríamos a afirmar que las sombras hayan ocultado luces. Ni focos, ni oscuridad. La clasificación determina que todavía hay rivales peores y si a eso se aferran hace tiempo desde el club, poco tienen que añadir los aficionados y mucho menos la crítica, aunque empiece la segunda mitat de la liga con un colchón más finito respecto al descenso.

La mayor virtud de la escuadra rojilla ha sido su honradez en el esfuerzo. A falta de otras virtudes no se puede exigir mucho más al equipo y quien quiera hacerlo tendrá que mirar hacia el palco, al proyecto del club  y no al de los jugadores que, sin duda, han hecho y hacen lo que pueden aun si estar todos los que son, ni ser todos los que están, como diría Ramón de Campoamor, que fue poeta y no entrenador.