Pecados por exceso
Solo la voracidad recaudatoria de la UEFA permite el exceso de participantes en las competiciones continentales que pervierten el desarrollo de los campeonatos domésticos. Por hablar solamente de España nada menos que un tercio de los equipos de primera división se obligan a jugar tres partidos a la semana u ocho al mes mientras pasan eliminatorias o, en sus fases iniciales, verdaderas liguillas. La necesidad de adecuar sus plantillas a tal exigencia encarece los presupuestos de clubs modestos, el Mallorca fue uno de ellos, que terminan pagando con pérdidas económicas y descensos tan efímera gloria deportiva.
Estos días se habla mucho de las conquistas deportivas del Valencia, que no es precisamente de los más pobres, en estas últimas temporadas. Si, dos Champions y un título de Copa del Rey pero ¿a qué precio?. Es evidente que los directores deportivos y técnicos se embarcan en fichajes necesarios cuantitativa y cualitativamente para un calendario tan cargado de partidos en los que los resultados, tanto los buenos como los malos, dictan sentencia. Y si esto ocurre en sociedades con 200 millones de presupuesto, imaginen en aquellos que apenas rozan los 50.
Pero si económicamente salen beneficiados unos pocos, muy pocos, habida cuenta de los gastos de desplazamiento, pérdida de días de entrenamiento e ingresos sufragados solo en parte por las televisiones, deportivamente se desluce la temporada. Equipos que se juegan la vida el domingo en casa, tienen que jugar el martes y otros lo tienen que hacer el jueves sin apenas 48 horas de descanso antes de la siguiente jornada interna. De ahí que, salvo los grandes, lo pasen muy mal aquellos que se enfrentan a tres campeonatos: liga, Europa y Copa del Rey. No es saturación, es locura.