Profeta en su tierra

La noticia del día, la dimisión de Mateu Alemany en el Barça tras ser rebajado de sus funciones en beneficio del ex futbolista portugués Deco, no ha sacudido los cimientos de la reforma del Nou Camp y mucho menos los de la Massía. El abogado andritxol tampoco fue un «fan» de la fábrica de Son Bibiloni, pero aquí, en Palma, hay mucha gente que le quiere, le recuerda, le admira e incluso desearía que algún día regresara al club que le vió nacer, deportivamente hablando, cosa que no va a suceder.

«Padremany», sobrenombre que le inventaron en el vestuario del Barça, no trajo a Héctor Cúper a Europa, una gestión de Domingo Martorell, a la sazón cabeza visible de Bahía Produccciones bajo la tutela de Antonio Asensio Pizarro, que fue quien también se empeñó, años más tarde, en colocar a Luis Aragonés en el banquillo de Son Moix. Ni siquiera a Eto’o, fruto de la amistad del presidente del Grupo Zeta con Lorenzo Sanz. Intervino, si, en otras operaciones de las que sería injusto ignorar el trabajo de Pep Bonet i Nando Pons, en quien él confió.

Su estrella se apagó al sustituir a Vicenç Grande y, ya sin respaldo financiero suficiente, desembocó en un concurso de acreedores, cuyo muerto le colgaron injustamente a Serra Ferrer.

Tras un paréntesis con aires de desconexión en su fracasado intento de acceder a la presidencia de la Federación Española de Fútbol de la mano de Javier Tebas, hoy presidente de la Liga de Fútbol Profesional,  reapareció con mando y plaza en Valencia. Con Marcelino García Toral en el banquillo conquistó, igual que con el Mallorca en 2003, la Copa del Rey. Pero tras una inversión importante en fichajes sin contraprestación en traspasos, Peter Lim, el millonario de Singapur que compró el club, perdió su entusiasmo.

Se equivocó al dejarse conquistar por los cantos de sirena del Barça, volvió a hacerlo cuando, proclamado campeón de la pasada liga, amagó con irse al Aston Villa acudiendo a la llamada de Unai Emery y cometió su tercer error consecutivo al dar marcha atrás para seguir en Barcelona. Tropezar tres veces en la misma piedra tiene consecuencias y confundir un club grande, tradicional, deportiva y socialmente poderoso pero económicante entrampado hasta las cejas, también.

Cuando pase todo, recale o no finalmente en la Premier, y se siente frente al mar allá junto al clun naútico del puerto de Andratx, donde su familia tuvo un restaurante sobre las mismísimas olas, Mateu Alemany tendrá que pensar si su carrera -Mallorca, Valencia, Barça- ha sido de éxitos, algunos indudables, pero pesan más las sombras: salida de Son Moix, fracaso en su acceso al sillón de Villar, lo que se quedó en Mestalla o su efímero paso entre la gigantesca silueta del Nou Camp y la pequeña fachada del Mini Estadi.