Raillo, sincero y honesto

La descentralización del Comité Nacional de Arbitros de fútbol a raiz de la salida del madrileño Velasco Carvallo sustituido por el andaluz Medina Cantalejo, no parece haber surtido ningún efecto. La promesa del nuevo presidente de racionalizar el uso del VAR no se cumple y la necesidad de renovar el estamento arbitral y ponerlo en un contexto más moderno, tampoco.

Desde su implantación las «vídeo decisiones» confunden más que aclaran, sus criterios cambian de una jornada a otra y contravienen su propio reglamento que especifica que solo se debe intervenir ante un «error claro o flagrante» del árbitro de campo y no en las interpretaciones que este pueda hacer de determinadas acciones. El primer castigo máximo señalado a favor del Mallorca en el área del Cádiz responde a un toque leve del defensa amarillo sobre al brazo de Oliván, Del Cerro Grande, un colegiado en evidente declive que conserva inexplicables galones en el Comité, entendió algo más grave. Nada que objetar, aunque por la misma razón de deberían pitar media docena de penas del mismo calibre en cada uno de los partidos disputados.

En cuanto al segundo, a Raillo, además capitán del equipo local, le honra reconocer en los micrófonos del programa de Onda Cero, Radioestadio, que él no hubiera decretado nada. En una acción en la que se ve claramente que el portero solo mira al balón y ni se apercibe de la presencia de Angel, y en la los propios colegiados no se ponen de acuerdo entre si, Hernández Hernández, el canario igualmente sobrevalorado por sus superiores, decidió llamar la atención del árbitro de campo que, sin la menor duda, no había cometido ninguna «equivocación obvia».

Hace tiempo que insisto en la creación de un cuerpo de VAR especializado y ajeno a los árbitros, no en un refugio de aquellos que se retiran y siguen chupando del bote. Roza el ridículo verlos con sus uniformes en las cabinas como si fuera lo más lógico meterse en ellas con sus maillots y escarapelas en lugar de vestir de calle y cómodamente, como haría cualquier otro mortal en un espacio reducido, con mascarilla y climatizado. Vamos, como si los jueves vistieran toga por la calle o los bomberos conservaran el casco para ir por casa.