SAD or not to SAD

Los árbitros de fútbol españoles se quejan del maltrato que reciben y la presión descontrolada a la que son sometidos no desde la grada, sino desde los más elevados despachos de técnicos, directivos y presidentes que dictan las órdenes de caza y captura. Tienen razón solo en parte porque si bien no hay nada que justifique tal acoso y los peores no tienen la culpa de que les asciendan de categoría sin mérito reconocido, tampoco hace nada para evitar los desmanes que les afectan. Por el contrario, les encanta la sopa boba de la Federación que les asigna salarios superiores a los de otras ligas europeas y complementos via cabina de VOR fuera del alcance de un trabajador medio.

El Gobierno británico ha decidido ir a por uvas ante el creciente caos económico, deportivo y social de la Premier cuyo máximo exponente actual, el City, está pendiente de una causa judicial que puede dar con sus huesos no se sabe ni en qué categoría, multas al margen. En fin que lo del «fair play» financiero, la transparencia y los límites salariales saltan por los aires sea por el desembarco de fondos de inversión multinacionales en la propiedad de los clubs o por el libertinaje reinante en el mercado de agentes y futbolistas.

Desde el número 10 de Downing Street, se elabora una proposición de ley para que sea un organismo independiente, al margen de la Federación y la patronal, la que expida las licencias de competición en las cinco, si cinco, primeras categorías del fútbol inglés. El equivalente aquí de Primera, Segunda, Primera Federación, Segunda y Tercera Federación. Sería este nuevo regulador, el vigilante de que se cumplen las normas en vigor, se respetan los presupuestos, su limitación, el importe de ciertas operaciones y un tope del 70% de la masa salarial de cada uno dedicado a la plantilla deportiva. Ni palancas, ni poleas, ni este cóctel de SAD y no SAD que es la Liga de Fútbol Profesional.

He empezado por los árbitros, de los que el proyecto en cuestión no habla porque allí ya son independientes.  Desmitificar la necesidad de mantener un régimen de federaciones obsoleto que ofende al sentido común y pone en manos de personajes que no han expuesto ni un solo euro de su capital el inmenso erario de los demás, debería ser objetivo prioritario de cualquier ministro del ramo más interesado en hacer un uso político que en racionalizar un bien común tan elemental como el deporte, sea amateur no.