Sostenible vs Impulso

Si además de preocuparse por la situación económica del fútbol español como exige su cargo, el presidente de la Liga de Fútbol Profesional hubiera dedicado sus esfuerzos a impedir la entrada en la misma de los clubs que, igual que el Real Madrid, no son sociedades anónimas deportivas como todos los demás (incluso los que ascienden de Segunda B a Segunda se han de reconvertir obligatoriamente), quizás ahora no andaría permanentemente enfrentado a Florentino Pérez que, fracasado en su malograda Superliga, trata de torpedear cualquier iniciativa que no salga de su privilegiado pensamiento.

Contagiados del léxico político, más bien verborreica terminología, Javier Tebas propuso a los integrantes de su patronal la firma de un convenio con el fondo de inversión CVC que hipoteca a los clubs durante los próximos 50 años y lo llamó Proyecto Impulso. Ahora el presidente merengue y de ACS ha buscado a JP Morgan para poner sobre la mesa lo que ha bautizado como Proyecto Sostenible, con el apoyo del Barça o, mejor dicho de Joan Laporta que juega a cuantas cartas tiene a su alcance, y el Atlético de Madrid de Gil Marín y Cerezo quienes procuran que su mano derecha no sepa lo que la hace la izquierda. Como si no fuera posible un impulso sostenible.

Hay cruce de cartas, acusaciones, demandas y hasta veladas amenazas. Alguien se ha encargado de recordar esta semana que el club madrileño y el catalán capitalizan el 25 por ciento de los ingresos audiovisuales de la Liga, es decir que uno de cada cuatro euros de ingresos los producen ellos. Callan torticeramente que sin el 75 por ciento restante no son nada porque, al contrario de lo que proponen competiciones cerradas y circunscritas a dos, cuatro o diceiséis equipos, ni el más acérrimo de los aficionados aguantaría tres cuartas partes del año viendo el mismo partido. Tan elemental como que no hay luz sin oscuridad, bien sin mal o blanco sin negro; por eso el gris nunca pasa de moda.