Un día cualquiera

Vivo sin vivir en mi. Tengo la mala costumbre de leer las ediciones digitales de los periódicos mientras desayuno. A mediodía y por la noche tengo puestos los telediarios. Bueno, uno de ellos aunque no diré cuál. El caso es que me levanto con la inflación galopante que se palpa, en verano una ola de calor tras otra acompañada de los correspondientes avisos naranja, amarillos, rojos o arco iris, ya lo mismo da y en invierno cambiamos por las de frío. Luego la subida de los carburantes, del precio de la electricidad, del gas y la amenaza de enfrentarnos al otoño sin poder adquisitivo suficiente para encender la calefacción o, siquiera, calentar el agua que, por cierto, también escasea. Y hablando de olas, las de la Covid una detrás de otra. Si cojo el coche para desplazarme, a 80 por hora en la Vía de Cintura como si entre atasco y atasco alguien pudiera ir más rápido. Iba a quedar con unos amigos en un restaurante, pero me van a poner un sonómetro en mi mesa. Me solía refugiar en el cine hasta que el viernes, viendo Elvis en el Ocimax, a una señora se le ocurrió someter a su bebé a la tortura del sonido cuadrafónico y al resto de nosotros al llanto de la criatura hasta que un amable trabajador del local la sacó de la sala, cosa que hizo no de muy buen grado. Y al salir me dije, solo me queda el fútbol. Pero no.

Sin reponerme de la sorpresa del aumento de precio de los abonos del Mallorca (si el ingreso que suponen es mínimo parece sensato bajarlos y llenar el campo en lugar de mantenerlo medio vacío) me encuentro con las declaraciones de uno de los artífices del incremento en las que recuerda que no se puede fichar a Muriqi, relación calidad/precio es otra historia, a cambio de liquidar el club. ¿A este nivel hemos llegado con tanto americano millonario al frente?. Pues si, porque no hay peor engaño que una verdad a medias y el argumento del señor Diaz se desmonta en cuanto estos financieros a lo «Bienvenido mister Marshall» determinaran una ampliación de capital que lo permitiera. Hasta ahora han abordado algunas de poca monta para nivelar pérdidas. Ninguna para demostrar que lo suyo es un proyecto y no mera y puntual especulación.

Así que, un día más, me acostaré con miedo a las pesadillas de tanta ola de variopinta índole, sin fichajes que ilusionen a la parroquia, ni la menor esperanza de revindicar la válvula de escape que el fútbol en general y el Mallorca en particular fue para no pocos aficionados.