Un toque de calidad
De nuevo el Mallorca se quedó con las sensaciones, solamente defensivas, y su oponente, el Atlético de Madrid, con los puntos gracias a un toque de distinción, de clase, de calidad por parte de Griezmann que donde no había nada se inventó un remate de cabeza que sorprendió a Rajkovic en el minuto 64 de partido. Como contraste y en el 82, Amath solo ante Oblak, sin oposición y todo el tiempo del mundo no hizo sino enviar fuera por más de medio metro el remate más fácil de la temporada. Ahí está la diferencia.
ALINEACIONES:
At.Madrid.- Oblak (1), Llorente (1), Azpilicueta (1), Witsel (1), Hermoso (1), Lino (2), Koke (1), Barrios (1), Correa (1), Griezman (2), y Morata (1).
Minuto 63. De Paul (1) y Riquelme (1) por Koke y Correa. Minuto 70. Saúl (1) por Lino. Minuto 81. Giménez (-) por Azpilicueta y Memphis (-) por Morata.
R.Mallorca.- Rajkovic (1), Gio (0), Valjent (1), Nastasic (2), Copete (1), Lato (1), Samu (2), A.Sánchez (0), Sergi Darder (2), Dani Rodríguez (1) y Abdón (1).
Minuto 61. Mascarell (1) por A.Sánchez y Larin (0) por Abdón. Minuto 74. Amath (0) por Dani Rodríguez. Minuto 81. J.Llabrés (-) y Maffeo (1) por Lato y Copete.
ARBITRO:
Martínez Munuera (2), de Alicante. No influyó en el juego ni en el resultado. Dirigió sin necesidad de mostrar una sola tarjeta, lo que siempre es de agradecer. Resolvió con acierto y sin aspavientos las acciones dudosas. Pitó 18 faltas a favor del Atlético y 7 para el Mallorca, pero las hubo.
GOL:
Minuto 64, centro desde la izquierda bombeado al punto de penalti, Griezman se anticipa a Copete y cabecea en carrera a una escuadra sorprendiendo a Rajkovic, que no reacciona. 1-0
Y ADEMAS ES IMPOSIBLE
Como dice un buen amigo, «lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible». A pesar de que el Mallorca se defendió con orden, por cierto sin Raillo, y no concedió más ocasiones que las que un rival como el Atlético siempre genera, apenas dos en la primera parte, nunca aspiró a otra cosa que un honroso empate. Si, no perder en el feudo de uno de los grandes, el tercero en discordia de la liga, siempre encierra un reconocimiento. Pero sin tener la capacidad de aguantar el balón y, encima, desperdiciarlo en las escasísimas ocasiones que se te presentan, no solo tiene castigo, sino que lo mereces.
Aguirre, criticado otras veces, no puede hacer lo que debería figurar en el test de admisión de cualquier futbolista de primera división y Amath, lo lamento, no lo ha superado. Tuvo el empate en sus botas con toda la ventaja de su lado, casi como un penalti a favor y acertar ni entre los tres palos le acredita para hacer hueco a algún chico del filial con ambición y aspiraciones o, si se quiere, al mismísimo Javi Llabrés, un recambio que le va injustamente por detrás.
Hasta el gol, la tela de araña había funcionado con éxito. Serios los cinco de atrás, con Gio, uno más de discutible técnica, pasándolas «canutas» con Lino, el rombo del centro con un Samu casi imperial como punta más rezagada y Sergi Darder en la de más arriba, la maquinaria colchonera estaba controlada. Eso si, con la pata coja de Antonio Sánchez, desaparecido y un Dani Rodríguez que sigue empeñado en batallas personales ineficaces por definición. Pedirle a Abdón que hiciera de Muriqi para retener el balón a la espera de ayudas al estilo del kosovar ya sería que el olmo diera peras.
Pero si, es cierto que el Atlético era el único que se divertía, sin crear peligro pero en plena posesión del cuero. Nunca sabremos si la lata se abrió justo en el instante en que la entrada de Mascarell por Antonio Sánchez desdibujó el cuadrado romboide, porque la inesperada acción del único tanto de la noche se produjo solo un minuto más tarde. Tampoco faltaremos a la verdad si aceptamos que, para entonces y pese a haber creado más, los locales llegaban antes a todos los balones divididos, ganaban en anticipación y, en definitiva, ofrecían mayor intensidad. Un examen que ya suspendió Abdón al tratar de conectar un tiro desde la frontal, tras perder de vista el balón que la afeitó un contrario en el tiempo en que él tardaba en controlarlo.
Quiniela irrompible. Quizás por un detalle, el que separa la capacidad de lo vulgar.