A propósito del clásico
Vaya por delante mi absoluta indiferencia frente a las confrontaciones Barça-Madrid o al revés. Hasta la fecha no hay argumento que no me ratifique en mi opinión de que ambos, individual y conjuntamente, son los causantes del cáncer que sufre el fútbol español desde hace muchos, demasiados, años.
Sentada la premisa, tampoco voy a entrar en una valoración analítica del partido del pasado sábado cuyo resultado, sin embargo, atribuyo al error de Luis Enrique al relevar a Rakitic por Arda Turan. Pero eso me da igual.
En cambio quiero referirme a la actuación del árbitro canario Hernández Hernández, que goza del favor del Comité Naciona, sin haber acumulado en su trayectoria más mérito que seguir a pié juntillas los caprichosos vericuetos diseñados por Sánchez Arminio, como máximo responsable, y Díaz Vega como directo ejecutor de sus maniobras.
Este afiliado nacido en Arrecife, Lanzarote, hace 34 años, cumple su cuarta temporada en primera división, a la que ascendió sin superar a compañeros mejor preparados como, por ejemplo, el catalán Miranda Torres o el leonés Valdés Aller, a quienes se ha negado históricamente el pan y la sal.
En el Nou Camp pudimos ratificar que el partido le pasó por encima y siempre fue a remolque de su peso, mostrando tan buena forma física como falta de personalidad. En una liga menos manipulada que la BBVA, estaría un mes en la nevera por sus graves equivocaciones o, más aún, probablemente terminaría le temporada en Segunda como le ocurrió al británico que hace unos años pitó un penalti a favor del Chelsea en una falta fuera del área.Los errores de Hernández fueron de bulto: un fuera de juego inexistente de Luis Suárez, la tardía expulsión de Sergio Ramos, la acción en la que mereció ya la segunda amarilla por una clara falta a Messi sobre la línea del área que no fue sancionada, la posterior compensación al anular a Bale un gol reglamentario sin mediar infracción. En definitiva, no se puede designar para este tipo de choques a un colegiado al que le han regalado la escarapela Fifa y es el más inexperto entre los diez internacionales españoles.