A tres semanas vista

El tiempo no se detiene y la temporada de fútbol comenzará dentro de tres semanas, en plena canícula estival. Todavía son muchas las incógnitas abiertas respecto al potencial, equilibrio y límite salarial de las plantillas. Ni los grandes ofrecen pistas y  hasta Messi apura sus opciones para no tener que aceptar la oferta de Joan Laporta que permita al Barça no vulnerar las reglas del juego administrativo, contable y justo.

Por no saber, ni siquiera tenemos claro si el público podrá regresar a las gradas. Tokyo ha tenido que decir que no, aunque las nubes de fotógrafos y periodistas apilados en la grada de un polideportivo o una piscina provocan más confusión y temor que entusiasmo y espectación, porque las restricciones no son el problema, sino las contradicciones en que se incurre al imponerlas y a las que se agarran los negacionistas y, por supuesto, los inconscientes, insolidarios y mal educados.

Si se han celebrado conciertos al aire libre con el uso de mascarillas y respeto a la distancia social, en teoría los aficionados deberían volver a sus asientos. Otra cosa es que los clubs no hayan contemplado esa previsión a la hora de adjudicar abonos y localidades. Si el Mallorca, según dicen, ronda los 12.000 socios, no debería tener problemas para ubicarlos ordenadamente entre asiento y asiento, pues hablamos más o menos del cincuenta por ciento de su aforo. Claro que ello supone más personal, esfuerzo y trabajo y eso cuesta, lógicamente, dinero. Y con la iglesia hemos topado ya que a fuerza de exterminar a sus inquisidores, hemos acabado también con sus sabios, doctores y eruditos. Separar el grano de la paja siempre nos ha costado, sobre todo si hay mas de ésta que de aquél.