Aficionado, periodista y entrenador

A Luis García Plaza no le sientan muy bien las derrotas o así se deduce de algunas de sus respuestas cuando el resultado le ha sido adverso. No pasa nada por reconocer que un rival ha jugado mejor, incluso puede venir bien para bajar los humos a quien se le hayan subido a la cabeza por estar posicionado en la idem. Pero no es lo mismo el ceporro que el cerebro.

Cuando un periodista asturiano expresó su opinión respecto a un mejor juego del Sporting en los dos partidos en que se enfrentó al Mallorca, el técnico se mostró en desacuerdo con ella y ante la réplica del colega, parte de la entrevista que tanto echábamos de menos, al insistir en que él lo consideraba así, la espetó: «por eso usted es periodista y yo soy entrenador». Una salidita de tono impropia.

También le preguntaron por el penalti, a lo que respondió: «como entrenador me tengo que atener al reglamento y si el VAR lo ha dicho así, es penalti; como aficionado yo no lo hubiera pitado». Una perogrullada, porque no hay un solo aficionado dispuesto a que piten un máximo castigo contra su equipo.

Lo que no vale es elegir el modo en que uno se coloca ante cada cuestión. Si le conviene es entrenador, pero si no, aficionado y, si acaso, periodista. Vale con que Pablo Iglesias hable como vicepresidente (ya ex) del Gobierno cuando le da la gana, en calidad de lider de Podemos si cambian las circunstancias y como ciudadano si se tercia. Y no, así no vale. Frente al público uno es quien y lo que es y representa, le guste o no. García Plaza es el entrenador del Mallorca, conduce la plantilla del líder de Segunda y lo ha hecho muy bien con un equipo cuyos componentes llevan jugando juntos hace cuatro años y hasta dormidos cada uno sabe lo que hará el otro. Hasta aquí, perfecto. Todo lo demás sobre tanto si ganas, como si pierdes.