Alejados de la realidad

Lo dijimos antes del despiste ante Suecia, previamente al despiste frente a Polonia y aunque no cabe temer el ridículo contra Eslovaquia, eso creemos, es preciso repetirlo ahora: el problema de la Selección Española no reside en sus resultados ni el papel que firme en la Eurocopa 2021, sino en el desafecto que causa.

Pase lo que pase el miércoles a todos se nos ocurren rivales que a simple vista nos parece que están varios escalones por encima del conglomerado de Luis Enrique. Francia, Alemania, Italia, Inglaterra, Bélgica, Portugal y Paises Bajos (Holanda), superan física, mental y tácticamente a la idea renovadora del técnico asturiano. No se trata de que juegue Morata o Aspas, que no está, ni de si habría que convocar a Sergio Ramos o jugadores del Real Madrid, del Barça o del Huesca, sino de entender que la no demostrada supremacía del fútbol español, de su liga, no se traduce necesariamente en una mayor calidad de los futbolistas de la misma nacionalidad.

Este negocio, insistimos, se detiene en la anécdota y en medidas superficiales que no hacen sino prolongar au loenta agonía. Necesita reformas urgentes y mucho más profundas en relación a sus normas, reglas, mercado y reglamentos. Regular la oferta y la demanda, independizar los comités de árbitros y de entrenadores, la invasión de los fondos de inversión, los bancos de jugadores, igualar los objetos sociales de los clubs, equilibrar los derechos audiovisuales. En resumen, poner orden dentro del caos.

Ya puestos, debatir la función y el papel de las federaciones. ¿Cómo puede presidir la Española un futbolista más próximo a los planteamientos del sindicato de futbolistas que de los clubs de los que depende?. Esto es Rubiales. Como si el presidente de CCOO fuera al mismo tiempo de la CEOE. ¿Y cómo puede dirigir la Selección un profesional enfrentado a la prensa, al público y acreedor de la vida misma?.

Mientras todo esto sea así, estamos reducidos al papel de meros espectadores, como si la Selección fuera un equipo más que representa no se sabe muy bien a quién ni qué.